Cigarro.

Fuma, siéntate y pósalo en tus piernas, balancealo entre tus dedos, presiónalo con tu yema latente, imprégnate del olor a tabaco, enciéndelo, enciéndeme, fúmame, fuma. Reclínate sobre un piso nocturno, plega las alas en tu espalda, abanícalo entre tus dientes, siéntelo vivo en cada partícula, hazlo tuyo, aspíralo, trágalo, piénsalo. Observa la luz que te encandila los labios, la concomitancia roja de la llama mordida, la indiferencia de fumar a oscuras ante todo. Cierra los ojos extasiado, concéntrate, culmíname de humo sabor cigarro.

Eras mi tristeza patente, mi recuerdo que jugaba con una palita a hacer barro, que crecía y solía preguntar para obtener respuestas curiosas;que miraba, que sentía con todo el ardor de sus sentidos, que consideraba campal batalla sentarse en un columpio mecido por la brisa, para contemplar las ensoñaciones de la historia y sus mariposas.

Labial rojo

Vestía un abrigo rojo y una pañoleta tornasol, un gorrito tejido de color negro y un pantalón gastado. Parecía ser de edad, pero presumí sería más joven, olía a humo, a desuso, a cigarro, una mezcla de caricias rancias y descuido.

La observaba fijamente y ella lo notó, su cara pequeña, de grandes ojos negros cuyas cuencas sobresalían de unas ojeras de alcohol, pintados de un color rosa estrepitoso, se concentraron en mí. El labio inferior, un tanto vermiforme, se movió impaciente, ocultando los dientes se pasó las manos nerviosas por la cabellera negra atestada de canas. No se atrevió a hablarme, adiviné lo incómoda que se hallaba sometida a mi escrutinio; sus ansias de juventud totalmente volcadas en un labial rojo que poblaba sus labios resecos me fascinaban y no podía dejar de contemplarla. Su cara estaba recubierta de una pelusilla rubia que se apreciaba a contraluz, y ajada por las más broncosas arrugas; poseedoras de esa oscura resignación que sólo tiene quien mira desde el retrovisor y ve pasar por la calle sus años dorados.

Rompecabezas


Se trataba de desmenuzar las partes y construir una figura inédita de algo tan impensado o tan común que diera lástima. De armar un rompecabezas, sistematizadamente, ordenando previamente las piezas por sabores y colores, para construir un algo, un rostro, una pintura, una cesta; y contemplarlo armado, unido, condimentado, con o sin sentido. Concluyendo el trabajo con una mirada orgullosa, para barrerlo con los pies y armarlo de nuevo.

Hace tanto que no veo tu espalda ni tu cara
Ni un rincón genuflexivo de tu anatomía
Hace tanto que no te somatizo ni rememoro tus ecos
Hace tanto que no intento olvidarte
Porque no es necesario.
Y puedo esbozar un perfil objetivo de tu soma
Y decir que el amor no te sienta bien
Que tu semblante es macilento
Te ves enfermo y alicaído
Y vegetas triste y sin rumbo por las calles
Que deliras como hacen los no correspondidos
Que tropiezas
Y es probable que para llenar tus arcas de mendrugos de cariño
Me busques.

Viaje

Te irás
y me quedaré llorando como una tonta
Esperando a que me digas por qué
Aunque ya lo sepa
Y vea que es inevitable
Que los caminos te subyugan
Se bifurcan y te incitan a salir
Que se te evapora el aliento
Y se difumina tu tranco
Que te marchas callada
Que te lo callaste
Que al sentir tu contacto presentí algo grotesco
Y se me incendiaron los ojos para contener las lágrimas.
No dije nada
No supe sospechar nada
Intentaste no manchar mi paño
Ya obscurecido por una que otra mácula de tristeza
Te fuiste, desapareces
Serás una foránea a donde vayas
Se te impondrá la vida
Germinaran nuevos lugares ajenos
Te rodearan nuevos aires mundanos
Serás la misma en otra estancia
Tienes la manía de hacer las cosas
Dices que te irás porque te irás
Y volverás como sea pero volverás

Idiotez

Un deltoide, una estupidez imaginaria,
un recelo, un resentido,
un falto de religión,
un amante del morbo,
un rectilíneo mal conjugado
un reptil ávido de atención,
un ególatra,
un idóneo idiota contratado.

Ron

Y crear, crear un perfecto cuadro etílico como ya no se ve
con la vista nublada de alcohol,
la botella bajo el brazo, la mirada brillante
con el viento escurriéndose entre las camisas,
las sombras desparramadas junto a un montón de vasos pláticos
en un valle lejano,
en un postrero alarido del tren de medianoche.











Caí, te vi, me encontraste boca arriba, anonadada, en el albañal, con la importancia entre los puños, arropada entre pañuelos perfumados; y me recogiste. Pude sonreír, intacta, exhausta, sudorosa, te adoré muda y te seguí por el camino hacia el fin, hasta que te inclinaste para despedirte...
Entonces te guarde en mi anal, entre un montón de papeles arrugados y descubrí que eras lo único que me había encontrado alguna vez.

BIFURCACIÓN

Después de la larga jornada, las orientaciones mal elaboradas y las indicaciones confusas le habían perdido. Tras vagar por la ciudad como un fantasma de acuarela, las calles se pintaban cada vez más parecidas y su dirección incierta.
Llevaba entre sus dedos el papel ahorcajado de la tarde anterior, y leía con frenética desesperación la caligrafía realizada en este con bolígrafo negro, alejándolo con su mano para distinguir la letra en medio de su miopía. El ocaso se mostraba violáceo, las luces de algunas tiendas se encendieron, los faroles las apoyaron, se acalló el tráfago en la autopista y cesó el calor quizás tragado por el pavimento o la penumbra; la tarde se escurrió lentamente por el desagüe.
Se detuvo frente a una cafetería y paseo por delante, observando a la gente aspirar el olor recalcitrante del café cortado. Giró con impaciencia como si una sutil reminiscencia le hubiera sorprendido en la vitrina, le pareció que no estaba perdido en lo absoluto. Se dejó arrastrar por el instinto, sin miedo, sin condimentar la mente con imaginaciones bastardas, inocuas, sin recurrir a nadie. Cruzó la calle semáforo en rojo, viró a su izquierda, cerca de una imprenta distinguió el callejón, se inmiscuyó entre esa y otras tantas callejuelas, vació su ingenio para pasar por albañales y espacios reducidos.
Las luces de la calle parpadearon unas veces antes de encenderse, ambos caminos se mostraron imponentes, la señaletica fue distinguida, se bifurcaba sarcásticamente. Se ofuscó, miró la calle vacía, una jauría se oyó a lo lejos, en medio de la dicotomía craneó una solución. Dobló en papel en cuatro, pensó en lanzar la moneda que no tenía a cara o sello, sonrió con extrañeza al final, contempló el poste divertido, se abrochó la chaqueta, se sentó a esperar.

El número no se alcanzaba a distinguir a través de las manchas de grasa y café. Tomó el boleto entre sus dedos y observo la escritura al reverso a contraluz. Creyendo distinguir algo tomó el teléfono y marcó el número. No existía. Reafirmó su creencia anterior de la imposibilidad de que ese algo funcionara, escuchó el monótono sonido del teléfono descolgado. Examinó el boleto una última vez, lo arrugó y este fue a dar al pavimento.

Celos

Estrangulada. Por un momento me sentí estrangulada, abrí los ojos impávidos, comprendí . Traté de no sonreír como hacia cuando me chocaba algo, efectué un rictus variopinto con mi mejilla, se dislocí una risa nerviosa, parpadee esperando que el sudor que cubria mi rostro se evaporara. La luz verde resplandecía en el lecho, me tragué la noticia en silencio, mientras se me escurría el alma de celos. Pensé que quizas tenías motivos importantes, razones de primera instancia, priorizando a tu cuerpo por sobre las fotos, que quizás era una falsa inventiva que me haría reaccionar histérica para caer en tus brazos como una ninfa cegada por la luz ( la lámpara se apagaba) , la luz verde se fugaba a través de la noche noctívaga, las fotos que le pediste ya las tenías guardada, mientras yo me ahorcaba tranquilamente.

Y desapareció. Sencillamente no dejó sus manos marcadas en la mesa como siempre. No habían despojos de personas en el camino que hicieran suponer un supuesto paseo de despedida, ni lo habían visto salir esa mañana de su casa. A las plazas que pregunté si lo habían visto se las tragó el cielo, y las calles tampoco las recordaban a ellas. Pensé que era una broma oscura y decidí no creer a sus superfluos argumentos, claro, las calles mienten, muchas personas pasan por ellas, lo mismo diría de las plazas.
Mientras andaba lo busqué en el piso, metido entre los adoquines o colgado de un florero, pero no estaba, tampoco en el cielo o en el aire que me besaba la cara (aquel día había viento),lo busqué entre mis costillas y en mis bolsillos atestados de boletos de micro, lo busque en labios ajenos y en la palomera.Pero no había nada. Todo rastro de su persona se había extinguido, y en las calles pululaba gente común que no merecía mi interés y que no reconocían el perfil que les entregaba; de un hombre con dientes blancos y que fumaba muy bien.

Guerra silenciosa

Ni las mesa interrumpía la conflagración que se prestaba en las miradas. Un gesto, una expresión quizás, era todo lo que inflamaría la tensa situación.
Las miradas se cargaban de reproches, se analizaban mutuamente en pos de alguna causa perdida, de una palabra perdida adentro, en un antro de liberación que llamaban conciencia. Existía el concenso del silencio, de que los gestos equivalían a centenares de palabras desaprovechadas en interminables loas y distribas, que el mutis más absoluto era una consecuancia necesaria, de que el odio se expresaba de mejor manera a boca cerrada.
Lo miró. Lo evaluó. Exploró en el fondo de sus pupilas, volcó decenas de situaciones sentada en la silla con la mandíbula apretada y las manos cruzadas sobre el regazo. Desfilaron por su mente infinidad de palabras, idiota, ignorante, inútil, analfabeta. Lentamente se proyectó en el iris ajeno los platos rotos, la casa vacía, los niños llorando en brazos, la lluvia, los abogados, los reproches crueles, pero ciertos, de la gente.
Miraba el entorno, parecía ajeno al análisis exhaustivo del cual era objeto. Esperaba una sumisión, ni siquiera una reconversión pasiva del pensamiento. Se distraía mirando multitud de objetos ínfimos, hasta que la encontró. Se cerraron puños, se ahogaron las exclamaciones, se odió. Se odiaron. Se proyectaron en las miradas gritos y descalificaciones, resonaron en sus mentes cóncavas la tensión de la loza quebrada, las discusiones por lo bajo, los codeos bajo la mesa, el disimulo, la parodia continua de felicidad, que ya no eran necesarios. Se miraron, se estrangularon, reprimieron quejas e insultos.
Hablaron a través de los ojos, vertiendo palabras fuertes y denostaciones sin censura, hasta que la cena estuvo servida.

Vulnerable

No me siento invulnerable 0 casi vacía como antes
me siento azul, agazapada frente a la marea roja,
tomando del vestido bajo la mesa
riendo vacía
sintiendome cruel de manos y conciencia
pensandote gris, cortandote de una rama
criandote desde el origen mismo tan querido
esperandote por las noches para que duermas conmigo
mientras las sombras se alargan y recogen tu sueño.

Hoy en la tarde...

Me senté en la banca sin importarme la compañía ni la plaza en sí. Mis ojos lo recorrieron todo sin ver nada... el interlocutor hablaba de algo, llegaba la resonancia de su conversación a lo lejos. La banca seguía allí, mientras yo pensaba en la palomas, en lo idiotas que son, en su inmunda vida, en que su visión es en blanco y negro, y no a color como mi visión de la plaza; pensaba en la toda la gente que acaba posándose en los asientos cada día, en como dos sujetos se pueden conjugar en ellas por interés, terminando por odiarse heteronímicamente.

Lo hallado









Creía que existía tras las paredes,

que trascendía el tiempo,
que escalaba relojes,
que sonreía tímido
que temía hurgar en lo ajeno
que miraba con amor
que no reía a la fuerza
que se apegaba a lo innato
que recorría las mentes encontrando tesoros
que contaba con los dedos infinitamente
números imaginarios.


Se fini


CERRADO POR DESINTERES EN AQUEL QUE FUE EL HOMBRE, Y POR PARTICULAR INTERÉS EN MI INTEGRIDAD MENTAL.

Retazos inconexos

La gravilla lanzaba alaridos funestos bajo las suelas de sus zapatos, el tiempo estaba gris, hacía frío y el viento llenaba de suciedades los ojos; caminamos en silencio, abrazados por un silencio incómodo.

Al divisarlo más adelante se sintió invadida por la felicidad, aquella tarde, por breves instantes, tendría cerca algo que jamás sería suyo.

Era una descortesía, pero ver esos ojos cerrados y esa sonrisa de placer no tenía precio.

En su regazo sostenía un espejo en el que atrapaba de todo, polillitas, miradas, caramelos, tijeras. El espejo era un curioso modelo octogonal, siempre alojado en sus piernas, nunca lo sostuvo entre sus dedos frente a mí; mas tarde descubrí que no poseía reflejo.
Estaba constituido por cientos de puntitos luminosos que relucían como neón, pero al acercarse alguien se desvanecía, y la persona se marchaba creyendo que había sido solo un espejismo.

Mientras el sol se ponía y la catedral se sumía en la penumbra, en el penúltimo banco de atrás, en la fila de la derecha, frente a un cuadro del Via Crucis, tomó mi barbilla y susurró un acertijo en mi oído.

En el lugar donde debías estar quedaba una mancha azufrada que cubría el piso, llovía ácido a cada instante, te precipitabas como lluvia helada sobre el techo y secabas las plantas...el viento te transportaba por el cielo, algunas gotas precipitaban con fuerza, esparciendo pedacitos de ti en el pavimento o en el sombrero de los transeúntes , otras formaban charcos a través de los que espiabas los movimientos de la gente por la calle; la mínima parte se quedó rezagada en el cielo, mirando desde lo alto la crónica maturina...de esa última no me pude esconder.

Oculta en una habitación a oscuras, no pudo evitar sonreír ante la posibilidad irrisoria de estar oculta en un baño.



Instancia

Nos tomaremos las caras
Y respiraremos uno sobre el otro con la brisa contraída
Nos miraremos con el pálpito fijo de que será por última vez
Luego me dejarás caer.



La luz se transfiguraba en curiosas marismas en el interior de basalto, sentado en una banca acariciando mi mano, comentó con voz ultraterrena que su sombra era mucho mas grande que la de dios


Entre la multitud tronchada de aquella mañana te divisó la espera a lo lejos, pasabas con indiferencia y pedantería, paseando como todos los domingos; sin verla.


Cuando la luna te vio sentado en aquel marco de ventana, pensó lo mismo que yo. Tenías un cigarro entre tus labios y tu mano se mecía con fatiga, los ojos perdidos en el vacío y la espalda afuera, enfrentando el aire frío, con un puñado de estrellas apresadas en tus costillas, y un aire tan de niño que resultaba insultante.

Ventana

Después de todas las cosas lo único inerrante de aquel pedazo de existencia era la ventana.El exterior cambiaba poco a poco, los bancos y las tardes azules se tragaban los anhelos,caía la nieve rígida sobre el alféizar, le congelaba los párpados, se ponía el sol sobre otro año imperecedero, lloraba con gemidos cortos, absorbiendo la humedad del ambiente; apoyada en la madera grotesca.

TiEmPo

Ya no me duele ver la muñeca rota sobre el lecho
ni el roído rincón que ha truncado el alma hechiza
no me duele observar los instantes acribillados
por la observante incredulidad.
No existen bosques ni destierros,
ni soledades rotas tras los cristales de las lámparas,
ni las miradas confusas por el retrovisor.
El tiempo es un reo, un impreciso, un acaudalado estúpido,
que no sabe callar.

-Mmm... me gusta tu boca.
-Y a mí tus dientes.
-...¿Entonces tu boca y mis dientes están pololeando?
-Claro.

MiEl

Vertía sus gotas en silencio...
caían ufanas y tristes en mi boca huérfana...
era una inhalación rítmica de amor, casi timpánica, eteréa,
o quizás una mentira muy bien camuflada,

pero que desmentía cada emanación procaz de su ser.

CaLeNdARiO


Lentamente el calendario deshoja sus meses en mis manos,
un vacío, un eco inmiscuido en la profundidad intrascendente de la piel,
reclama sus derechos desde abajo.
Las hojas caen en silencio,
mientras se pudren los números silbantes,
execran las fechas marcadas, se retuercen, se colman del ácido suelo.
Caen,
algunos numeros se salvan,
resisten los embates del mal tiempo, de las lagrimas saladas,
aletean como peces por los márgenes,
se deforman en los huecos de las ilustraciones mentales,
martirizan la mano que los sostiene.

En medio del prado dos cabellos se fundían en una maraña irracional, hacía frío y los propietarios de las superpuestas cabelleras llevaban mas de una hora mirándose fijamente con las pupilas agrandadas.

ReGaLo

-¿Y qué pediste de regalo?
-Le pedí a mamá un rinoceronte, pero no me lo regaló.
-¿Y para qué querías algo tan grande como un rinoceronte?
-Para sacarte a pasear, y salir a atropellar gente y aplastar autos.
-Ah,no...para actos vandálicos no me presto...no salgo a pasear contigo si atropellas peatones.
-Bueno,bueno...no haremos destrozos, sólo iremos a pasear.

EsPeJo


¿Qué ves cuando me ves?
Ves un pasado inmutable, una sonrisa perenne,
una esencia tántrica especial??
¿Qué ves cuando sabes que se cruzan lazos oblicuos.
que el llamado no responde,
que el remitente no existe?
¿Qué ves si el tiempo transcurre como gotas
cristalizadas en el aire,
un acuerdo tácito,
me aparece una nueva arruga, si algo me deja de agradar?
El espejo devuelve imágenes ásperas
si el espectador contempla desde atrás,
como una rosa marchita que vuelve sus pasos sobre el florero,
como una lágrima seca junto al teléfono,
colgando de la retina,
atravezando la imagen cortical de tu mente.
Verás lo pasado, lo interfecto, lo definido,
el cambio jamás.
Verás con ojos de observador con belleza desgastada
por la soberbia,
y quizás con la crítica aguda del mal lector,
quizás me veas salada y pálida
o desangrada pero jamás muerta...
Seamos realistas,
si no vieras la frente hirviendo frente al espejo,
ni siquiera pensarías en la postal estilo francés del pasado,
ni en un idílico modo de ser,
sólo me verías.

Evitaba mirarse a los espejos, o bien miraba desde la periferia su reflejo en el agua. Sus manos magulladas por el trabajo arduo rogaban por un poco de descanso, pero Rebeca no descansaba aún en su sepulcro. Quizás quien quiera que fuera no había nacido aún, quizás Rebeca trabajo forzado no estaba sabiendo vivir.

Cuando había dicho dos meses el doctor había efectuado una aproximación generosa, mirando directamente a los pies de quien sabía que más de cuatro semanas no tardaría en fenecer. La pregunta era la siguiente ¿viviría tres semanas? ¿O aquello se había tornado en una fútil parodia de su existencia? Tras años y años de vivir en aquel lujoso departamento y en aquella ciudad, de cultivar amistades y de hacer vida social.¿Por qué había llegado a la casa de quien no veía hacía seis años?¿Acaso no era una irrupción inoportuna a la vida de Carmen?¿Quién era ella para interrumpir la monotonía de las vidas ajenas? No era nadie, porque ya no era Rebeca, porque la mujer de aquel nombre estaba muerta, sí.

Te espiaré tras los trazos vanos de la mano sin pulso,

esperando a que se calle el rumor de los visitantes lejanos

tras la pared oscura de tu habitación

a que la penumbra se trague tu inhibición

te vea el alma desnuda

frágil y púdica

y te calles de una vez por todas y dejes al silencio hablar.


Desgaje un cielo y véalo en silencio traspasar los párpados del metro cuadrado vacío en el lecho temporal, camine en silencio por el agua , deje que sus pies floten aureamente y sin severidad por ella, que la recorran, que la sientan intrínseca...luego piense si desea salir con paraguas nuevamente.

PolVo


El piso estaba frío, duro, catártico, y la madera áspera, llena de imperfecciones de la madera podrida. Los cabellos le impedían la visión, mas no tenía intención real de mirar. Cerró en silencio los ojos, por horas,días,meses, hasta que olvidó que el tiempo transcurría como goteras.

El ambiente estaba enrarecido, hacía que los músculos se pegaran a la madera, rígidos, el polvo le cubría las pestañas, el aire estaba cargado de iras, la oscuridad de los ojos cerrados recreaba la ilusoria imagen de cientos de pies que transitaban, rondándola.

Tenía un miedo irracional, como si la fuera a despegar del piso, aprehendida y camino a la desaparición inevitable. Silencio.La noche caía, los gritos cantaban, los pasos desaparecían, iban camino a su hogar montones de zapatos. Silencio. Bajo el piso algo se movía, las cucarachas infestas se columpiaban sobre las tablas, el piso crujía, alguien caminaba hacia ella.

Cerró los ojos y aguzó el oído, algo respiraba, alguien respiraba...y lentamente acariciaba su cabeza. Silencio. Removieron los empolvados cabellos del piso, entreabrió los ojos y contempló un mocasín negro.


TaRdE dE hOy

El sol se pone en silencio sobre la arena y la escarcha, mientras que el fárrago de la calle empieza y acaba en el punto desarraigado del cielo. Por la plaza caminan en silencio un anciano de patitas chuecas y su perrito, un loco en bicicleta recorre la plaza, dos caminan hacia una banca; se ven a lo lejos unos tipos jugando con paletas, en busca de la pelota perdida que cayó a la calle. El de la bici va y vuelve, va y vuelve, viene hacia la banca. Un pequeño desciende de su bicicleta con ruedas hacia el columpio y se mece despacito, su mamá le ayuda desde atrás, le enseña a darse impulso, le reitera, piernas adelante y para atrás.

Dos trabajadores recogen las hojas a mi derecha, el tipo de la bici da la vuelta, unos pitufos corren a jugar a la pelota. Tres niños más se suman a los columpios, tres niños es igual a tres mamás y a tres lecciones de cómo columpiarse.

Una pareja avanza, ella de uniforme y él de terno, pasan frente mi al tiempo que la señora de la muleta. Un hombre de gorro blanco y verde pasea con las manos en los bolsillos; cuento una, dos , tres parejas que se abrazan. El señor y su gorro se sientan en el balancín, una dupla pasea un perro.

Los niños gritan, se balancean, el tipo de la bici parece decidirse a pasar, pero se devuelve, adivinando que es de él de quien escribo. Una curiosa mujer de abrigo, larga, flacucha, espigada, cruza la calle por el paso de cebra que nadie respeta.

Todo sigue igual. La plaza , el tráfico, el ruido, la banca, y yo sentada sola, y el columpio que se balancea de lado a lado, vacío.

TeJaDo

Poco a poco en la periferia del techo se dibujan puntitos nacarados,

Despierto del reposo intranquilo

Con los ojos abiertos de palabras

En medio de una superficie bruñida de marfil

La ausencia me pesa sobre la frente escarchada,

Mientras las sombras intentan olvidar

Las emisiones vaporosas de un baño turco

Y el tejado se condensa en goteras invertidas.

Cierro los ojos para que las palabras circulen en mi mente

y las musito en voz baja a la pared,

la puerta se abre sola y se traga el pestillo,

el hombrecillo cae de bruces y se licua despacio.

Pienso fijando la vista en el techo para no distraerme,

Me distraigo para no pensar en lo convenido,

En la conveniencia, ni en Carreño y su etiqueta

Y miro al techo plácido,

para remover las imágenes diluidas en el lecho.

Estoy fría y me palpo muerta,

Las paredes se encogen y se acercan a mi retina,

Cierro los ojos para no ver los cuadros y los libros,

Pero las palabras rebalsan el conducto lagrimal

Y se escurren por mi garganta y mis mejillas.

Las paredes se doblan rodeándome,

Se pliegan en infinitas posturas y los cuadros me encaran,

Mientras me gritan brotan más palabras,

Resuenan a lo lejos :¡puta!

AhOrA

Ahora desliza su mano por el perchero y busca la chaqueta, haciéndose el sordo y obviando las miradas. Ahora gira el rostro y alterna las miradas a los rostros llenos, mientras se enrolla la bufanda; mientras trajina en su bolsillo, en búsqueda de un imaginario edén perdido, en busca del confín del mundo que no encontraba en esos melodramas. Las llaves están perdidas, en las faltriqueras no las halla, abre el cajón y revuelve el desorden que la ama de llaves ordenaba cada mañana...los cuadros lo miran con expresión extraña, sin luz ni sombra intercambian tensas miradas, la mujer de al lado codea al viejo del festón, cuchichean con febril excitación... la casa calla en señal de respeto y le vigilan los camaradas de las fotos, la calle ríe altanera burlándose de la casa... Ahora el hombre no comprende porque no las halla, finalmente, una confesión al cuadro de la gorda sonsaca; descubre las llaves en el macetero enterradas, la gente de los rostros llenos ahí las ocultaba. Ahora echa en derredor una última mirada, su trémula mano acaricia el pomo gris y gira extasiada .Los rostros lívidos desde el interior de la casa, observan al hombre y a su abrigo gris que se marchan.

LaS lLaVeS


Las había perdido nuevamente.

Registró el bolsillo por enésima vez, lo dio vuelta y pescó entre sus dedos una pelusa. Con rabia descontrolada miró en derredor y dio vuelta los cajones del escritorio en la cama, levantó la alfombra y miró bajo los muebles. Recorrió todas las habitaciones; pero habían desaparecido.

Se sentó a pensar en la vieja butaca tapizada de cuero, repasando un estrecho itinerario. El día anterior se había sentado en aquel banco de piedra que estaba junto al simbólico árbol, luego había entrado, nuevamente, al hogar, hacía frío. Recordaba haberlas tomado entre sus dedos y haber jugado con el sol que se reflejaba en ellas.

Tomó el abrigo y salió, afuera había una neblina espesa que impedía ver más allá de un metro. Cruzó la calle con rapidez, cortando con su cuerpo la neblina, la luna estaba medio sepultada en un halo níveo, el fragor de la carretera lejana acompañaba el triste cuadro; la banca debía estar a unos metros, un alarido rasgó el aire. E su prisa por encontrar la banca tropezó con algo y metió un mocasín en la fuente; el agua penetró a través de él, le empapó el calcetín y le congeló los huesos. Retrocedió furioso, tropezó con un bulto informe, un alarido rasgó el aire, descubrió al lado de su tobillo una cara cubierta de arrugas, un cuerpo que no se movía, una mano huesuda que aprisionaba su pantalón. Espantado corrió en línea recta, hasta que se convenció de que el bulto informe no lo seguía. Sin saber cómo llegó a la banca, las llaves estaban sobre ella, el árbol ululaba sombrío en medio de la penumbra. Se sentó y contempló el brillo misterioso de las llaves a la luz de la luna, el silencio tronaba, un alarido rasgo el aire, y el ruido de unos pasos turbó su calma.

Corrió con el corazón encogido en el fondo de sus entrañas, hasta que divisó la calle y el farol de su casa, y cruzó sin mirar. Entró a la casa y se dirigió a la habitación, hurgó en su bolsillo vacío, una y otra vez, lo dio vuelta y pescó entre sus dedos una pelusa.

Un alarido rasgó el aire.

CuEsTiOnEs De EtIqUeTa


Los saludos son herramientas sociales estrenadas a menudo por las personas. Se saluda de diversas formas, cada cual dependiendo del grado de antipatía /afinidad que se sienta por la persona saludada; el contexto también influye, el contexto es la materia gelatinosa que se desliza desde el suelo a la cabeza de los contrayentes, obnubilando la vista, mareando, sonrojando, o produciendo en estos diversos afectos tanto positivos como adversos. El saludo propiamente tal puede efectuarse a través de múltiples elementos; hay quienes usan el rostro y las manos, guiñan un ojo o efectúan un tímido “hola” con los dedos agazapados; hay quienes solo miran esperando una mirada correspondiente y una sonrisa instantánea.Existe una infinita gama de saludos estrenados diariamente, cada cual con su correspondiente carga afectiva/social.

Para saludar se requiere captar la atención de la otra persona en cuestión, esto puede lograrse a través de una acción más o menos sutil, más o menos ridícula, momentos después de haber localizado al blanco del saludo. Los pasos a seguir, tradicionalmente hablando, son :

1.- Mire al objetivo, aproxímese tanto como considere necesario (en esto influye la cercanía , afinidad o antipatía que sienta por el sujeto).

2.-Capte su atención mediante una sencilla mirada fija o penetrante, un grito, o un movimiento espasmódico de brazos.

3.- “Salude”,diga un sencilla frase, sonría un poco, recuerde algo. Si se encuentra a corta distancia de la persona, puede besar sus mejillas o aprisionar sus manos esto si el nivel de confianza lo amerita, o si es usted un loco.



En los días en los que intento no pensar en lo que no puedo tener, como más, duermo menos y deseo demasiado.
Al parecer el ambiente se muestra enrarecido, los vidrios no se empañan y las hormigas caminan en filita hacia mi cama. El polvo se acumula en silencio esperando a la razón. Ella siempre va diez pasos atrás, y voltea a mirar atrás después de cada esquina. Razón no duerme buscando una respuesta, mientras que sentimiento disfruta ensuciando la alfombra.

La CaSa

Asentada sobre un presunto humedal se erguía imponente, como un cerro macizo asentado entre millones de cielos. Se veía a lo lejos, entre decenas de casas, tras variados troncos y medio oculta tras un pasto crecidísimo, que en años nadie se había preocupado de cortar. Aún así , poseía un aura indolente y algo siniestra, coronada por las tablas gastadas de su reja y las cortinas apolilladas que se vislumbraban tras los vidrios sucios.

Era aquella casa, aquella casa desperdigada en un pueblucho de nadie, donde contadas personas se atrevían a entrar. Aquella casa, aquel jardín desmantelado hacía tantos años, pequeño entremés de ilusiones tras la pileta azul.

Algunos días las palomas la rodeaban, rondaban, acechaban entre los pastizales, paseaban junto a extraños gorriones y cuervos cadenciosos, bautizados por inmersión en la pileta, pero nunca más allá del umbral, nunca entre las tejas partidas y los alfeizares de las ventanas; nunca más allá. Más allá erase lo desconocido, érase la invariabilidad de lo ubicuo, un rincón ignorado por todos, que ni siquiera invocaba la curiosidad malediciente; ni siquiera podría llamarse un bosquejo de la incertidumbre.

La casa era el centro, era espaciosa y presentaba un generalísimo aspecto derruido, las paredes descascaradas le daban un aire de vetustez incómoda, tanto así como las tablas podridas de la terraza. Poco o nada sabíase de sus entrañas, excepto que estas poseían un complejo entramado de pasadizos y habitaciones, además de una pequeña claraboya en la parte trasera.

A vista de cualquier desentendido esa morada carecía de vida, pero la gente sabía y podía afirmar a ciencia cierta que una persona seguida por su equipaje habían salido durante una hechiza tarde de verano, bajo las protestas del jornal no pagados a los trabajadores; había cruzado la verja y no había regresado. Dentro de la morada alguien había esperado pacientemente las cartas, el retorno, cada tarde mirando por la ventana , por varios meses; hasta que el frío invernal se la había tragado, sin dejar residuos aparentes. Pero a pesar de las sospechas y especulaciones varias de espectros y desapariciones presentes, en esas habitaciones, en el estuco de esas paredes falsas, en aquel raro lugar asentado en un lugar de nadie, tras aquel jardín alguna vez repleto de manchones de flores, tras la reja de palitos pintados de azul, tras las persianas sucias de polillas y grillitos, imbuida entre una montonera de ventanas, en el interior de la casa, convivían las tres.

Regreso de Soledad



El fino hilo se enroscaba en los postes, era verde y parecía grueso, era largo, parecía no tener fin; su extensión se perdía tras el ocaso púrpura.

Corría tras el sin mediar palabras con la humareda que hablaba sin ser tomada en cuenta; corría con la espalda encorvada, con las manos casi a ras del suelo, cerrándose en vigorosos movimientos que intentaban atrapar el hilo. Y el cabo era infinito, y a había salido de la explanada y corría por los durmientes de la línea del tren, el viento soplaba y mecía los dedales de oro con suavidad, el tren aguardaba los pasajeros; el hilo corría, yo tras él, saltando los rieles, incansable.

Subrepticiamente la línea del tren termina.

El hilo, casi invisible en el acantilado, efectuaba piruetas y caía en espiral. El cuerpo se suspendía por breves momentos y caía atraído por una gravedad enorme.

Oscuridad.

El hilo verde se enroscaba lentamente en torno a mi meñique, yo observaba el proceso desde el borde del acantilado, el humo hacía llorar los ojos.

Despierto.Manoteo en busca del despertador. Hora inexacta. El olor a humo es insoportable, es imposible conciliar el sueño nuevamente, en fin...los rieles, el hilo, esas cosas...me levanto a beber un vaso de agua. Mientras bebo a grandes sorbos noto que la humareda proviene de la habitación. Un humo no como cualquier otro, es una mezcla de anís y vainilla, amortiguador, opresor, rancio, espeso.

Desde el marco de la puerta se vislumbra a contraluz una figura sentada a los pies del lecho. Un garabato desfigurado de un hombre alto y espigado, que me parece demasiado familiar, fuma a grandes bocanadas unos cigarros grises y gastados, mirando la luna entre las nubes, viste harapos y no lleva calzado, su piel es verdosa y reseca.

Mientras lo analizo torna a mirarme, sin dejar de fumar con soberana placidez. Reconozco en sus facciones un pasado iluso, un paso raudo, una taza de té hirviente.


Por los surcos de la plaza caminaba con expresión distante, moviéndole cuerpo como un autómata, con surcos en las comisuras ambiguas. Caminaba sin fuerzas, arrastrando los pies, las hojas, arrastrando la mirada, sólo por caminar.

Llegado a su trabajo , ubicada tras el mostrador, comenzó a sacar cuentas; algo normalmente aparatoso, que aquel día en particular lo era más, los números saltaban unos sobre otros, se atropellaban, se gritaban, se tiraban al piso berreando y cortaban relaciones con ella. Algo de hacía poco le ceñía el cuello , un nudo amargo que no se deshacía, un desgano poco habitual que no podía demostrar en aquel lugar.

A la hora de almuerzo no comió, el nudo le impedía tragar, y su mente estaba desligada de su cuerpo, el estómago urgía por alimento, pero nada sentía, le dolía todo y en todas partes, deseaba llegar a dormir las horas que el insomnio le había arrebatado la noche anterior, y eran casi un consuelo las pocas horas que restaban para escapar de ese triste espectáculo.

Su mente divagó en todos los aspectos posibles aquella tarde, impidiéndole concentrarse en algo preciso, la garganta le ardía, le dolían los ojos y extraños escalofríos recorrían su cuerpo y finalmente llegada la hora exacta, desplegadas las alas, creciente el anhelo, su jefe se acercó y le preguntó si podía quedarse un tiempo extra.

En silencio devolvió la chaqueta al perchero, y esbozó una triste sonrisa, siempre sería posible llorar mañana.


Los labios esperaban expectantes a la boca que se aproximaba, cercándolos con la respiración; mas la boca profirió una frase de culpa y se alejó , y los labios se quedaron esperando, decepcionados.



ReToRnO

Han vuelto los ocasos grises del otoño,
el té helado de la tarde,
las reposadas siestas en el sillón,
los diálogos encubiertos de paradojas,
la gente en sus nichos a pulular,
ha vuelto el invierno con su frío,
con sus idas destempladas y su tos,
ha vuelto una bandada de pájaros,
el insomnio,
la musica antes de dormir,
los graznidos de los cuervos,
las mentiras al espejo,
haz vuelto a ser mi mayor inconsecuencia.

La gravilla lanzaba alaridos funestos bajo las suelas de sus zapatos, el tiempo estaba gris, hacía frío y el viento llenaba de suciedades los ojos; caminamos en silencio, abrazados por un silencio incómodo.

XXIII


Asumo que siempre será así,

Que le dará 3 torcidas al revés,

Le hará dar 2 vueltas en febrero , se cansará de él y lo dejará libre.

Entonces lo verá alejarse ininmutable,

De esa manera tan curiosa que provoca parpadeos varios,

Y no se despedirá.




Lo observará instantes eternos,

Viendo como llega a la luna,

Perdiendo la virginidad en el cielo,

Torciéndose 7 veces en los enebros,

Apremiando a las sombras que besan párpados,

Y conjugando malamente los verbos.

Ineluctablemente suyo,

Indescifrablemente parte del vulgo ,

De las calles oscuras que los cobijaron por un tiempo,

De los cielos nublados que cubrieron las tardes desde junio,

De su nuca, del romerío que impregnaba su piel

(mera fanfarria)

y lo verá mientras vuela y voltea a mirar tras cada esquina,

inseguro de su libertad.

...hasta que desaparezca,

la oscuridad se lo trague como el mar a la luna,

y corra, corra hasta el marco de su ventana,

vicio entre los dedos,

para ver si regresó.

CaTaRsIs


El frío avanzaba por tu cuerpo

Como un invierno incandescente

Y la boca se te resarcía al proferir

Aquellas palabras.

El cielo se paralizó y

Estalló en seco llanto,

Mientras la tierra regurgitaba lejía.

Se hizo el silencio,

Y la tierra tembló,

Se cayeron los techos a pedazos

Y por las fisuras de la calle,

Asomaron sus manos de los muertos.

Con la mirada alienada y

el pensamiento en otra parte

seguías hablando sin ser tú,

mientras las casas se desmoronaban y el techo se teñía de azul.

ViSiTaS


No importaba, no importaba, no importaba.

El cuchillo resbaló de su mano y se hundió en el dedo, fue un alivio ver que la sangre que fluía dadivosa, roja, aglutinada, hasta azul diría.

Una mariposa negra no era nada más que alguien que moría en ese lar descongestionado de personas, habitado únicamente por quien no se atrevería a abandonarlo. Una mariposa lóbrega; moriría en esa casa.

Se envolvió la mano en un paño,aún sentía aquel filo penetrando en su carne. Se quedó parada apretando el mantel, la respiración casi inexistente, mirando al campo;el vuelo de la mariposa, un pequeño papel crepé oscuro, que momentos antes planeaba en su cocina y se posaba sobre la loza recién lavada, agitando las alitas brillantes con delicadeza, bebiendo con inocencia de las gotitas saladas. Sólo un segundo pareció reparar en ella, entonces presumió la fatalidad inminente que ocultaba la bicha.

Tal como había llegado se fue, emprendió vuelo como una hojita quemada y voló rauda hacia el más allá de su patio. Pronto sólo fue un puntito emborronado desapareciendo en un ocaso gris.

Como de un trance escapó Carmen, y atisbó en busca del cuchillo, demasiado tarde como para ponerle el pie encima.Entonces la mariposa se escurrió de entre sus dedos y revoloteó alrededor del cuchillo como una poseída, giró en derredor de los sillones y atravesó la puerta. La siguió con sigilo y ,sin consultar previamente el ojito de gato, entreabrió la puerta; dos fantasmas, antiguas personas, le saludaron con miras confusas, una llevaba un disminuido neceser ridículamente rosa, la otra unas maletas bastante serias color café moro .

Ni siquiera era necesario hablar, primero el pequeño Roberto , luego el golpe, la cortada con el cuchillo, el cuchillo caído en el piso, la falta de carteros , la insensatez de los ladrones saltando al patio, las arvejas desparramadas, lo predicho, lo inefable , Roberto de nuevo, la muerte, lo probable...y la mariposa tampoco tenía algo que ver...

Con tristeza observó al mundo transcurrir bajo el alfeizar de su ventana, completamente ajeno a él mientras la lluvia caía con pereza sobre las hormiguitas suicidas.

REBECA.


Dos meses.

Un dolor inmanente se apoderaba de su cuerpo y estaba muerta antes de tiempo, como si aquel funesto augurio hubiera mellado su vida anterior y le hubiera matado instantáneamente.

Dos meses.

Ahora no sabía si era Rebeca quien tenía que nacer, crecer y morir en ese pestañeo de tiempo, y aunque siempre la tentativa de saber cuando iba a suceder le parecía cuando menos placentera,esperanzadora, planificadora, un tiempo para hacer y deshacer mil veces el ovillo si quería. Ahora le parecía un insulto; la habían muerto antes de que muriera, de que pudiera atisbar siquiera desde la esquina lo inevitable.

Estaba muerta, lo sabía desde hace una semana, algunos otros lo sabían hace pocos días y una hora. Muerta,.muerta,¡muerta! Y nadie le había creído, la estupefacción engañaba sus oídos, se desmentían solos ,como serpientes, despreocupados, quizás efectuando un eximio cálculo mental de la herencia, cuanto recibirían en la repartición de bienes, o acaso no sería aquella una argucia de ella para atraer su atención.Eran como moscas volando en torno a un cuerpo putrefacto, poniendo huevos en visitas planeado-casuales para agusanarlo.

Desfilaban consecutivamente por su mente las palabras muerte y cadáver, como si, quiera quien fuera después de fallecida Rebeca, no lo asumiera .Muerte, cadáver, muerte, cadáver. Ya había pasado una semana y el tiempo inhóspito jugaba al tejo fumando achís, la oruga se deslizaba a ritmo lento en una prisión temporal: dos habitaciones, living comedor, cocina, baño, lugar inhóspito, clausurado por los exterminios varios del exterior. Fuera todo brillaba, se revolcaban en ironías poco comunes de la estación; del otoño sin hojas caídas de la viuda sola en su pequeña cueva. Y el ciclo pasmoso proseguía bifurcando a los seres incorpóreos del exterior en miles de caminos distintos,mientras ella pensaba cómo vivir sabiendo que moría, estando incluso ya muerta.

Así transcurrían los días los días, acompañados de la insistente cuenta regresiva, cuerpo débil inmerso entre los ropajes de una inmensa cama, o mujer invisible sentada en una silla coja y contemplando el adiós, o recién nacido, berreando.Recién nacido, pedacito de entraña, qué más? Si ya lo sabía no le veía objeto a esperar, muerta ya, sin sentir, como cadáver. Cada día más muerta.

El espejo le devolvía reflejos fantasmagóricos de piel mortecina y socavones bajo los ojos,flores en el cabello, tierra retenida entre los dedos, y un susurrar incesante que la aquejaba día y noche. Venía del interior del espejo, le decía que mirara sus manos, que las mirara...y las veía blancas, palomas que no entendían el porqué de los hechos, del acoso constante de un reflejo veleidoso.No lo soportaba y, oculta entre las sábanas , taponaba sus oídos para evadir el zumbido permanente del espejo. Un día, pasadas unas horas, insomne, tomó la lámpara del velador y la precipitó contra el espejo; centenares de partículas de vidrio flotaron en el aire como hadas enloquecidas. Recordó la vieja historia del espejo malvado o algo así, que un hijo le había contado en algún tiempo anterior. Repasando con vigor los pasajes del cuento recogió los trozos esparcidos por la habitación y descolgó el espejo.

El interior de aquella inhóspita cárcel estaba caluroso, opresivo casi, por los 7 años de mala suerte que habíase volcado encima. Giró alternadamente captando con visión periférica toda la casa, y decidió que ya era tiempo. Sentóse calmadamente en una silla y atisbó por la ventana sin ver nada, acercó su mano a la claridad y contempló sus dedos apresados por una debilidad mortuoria, elevando con dificultad la mano hacia aquella luz que la volvía transparentarse. Intentó imaginar si allá sería como se suponía debía ser, todo luz y resplandor, mas la conciencia la retuvo; más allá lo veía, cada vez más lejos, brumoso, arisco, tomado por las tinieblas color tabaco.

La EsPeRa


Te espero cada tarde en el mismo portal

En esa fría postura de quien no sabe a donde va

Te espero cada minuto

Mientras el tren se va,

Mientras las campanas se quejan sobre la catedral.

Te espero cada tarde

Para decirte lo que querías oír

Y mentirte con descaro

Sólo para que estuvieras allí.

Te espero fraudulentamente

Te sigo con la mirada

Recorro centenares de veces aquellos

Lugares oscuros de la ciudad,

Cruzo las mismas calles que nos vieron pasar

Miro los mismos anuncios

Oigo las mismas campanadas

Veo a las palomas volar,

Pero tu no estas.

InStAntE


El picaporte restalló en toda su fibra , mientras su mano aprisionaba la manija con fuerza. Puños certeros golpetearon la puerta al instante, mientras se acurrucaba obstruyéndola.

-Déjame entrar...

Se presionó más contra la madera de la puerta, casi podía sentir su piel tibia empujando, su respiración agitada y los latidos de su corazón.

-Por favor...

El mutis más absoluto trepó por su garganta y le impidió hablar, mientras , con los ojos cerrados y la boca entreabierta, intentaba serenarse.

¿Era posible? Él seguía golpeando la puerta.Y con las manos en los oídos y los párpados apretados era como si las palabras se vaciaran en agua jabonosa y resbalaran por el piso.

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