Me corté el pelo así de corto para no esconderme de mi misma. Pero aún sigo sin aceptar que la del espejo soy yo.
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Fue extraño ver como mi barquito naufragaba en un instante,pero no me senti triste. Lo observé impávida en su último estertor, mientras mandaba mi mente callar todos los recuerdos inservibles y de cualquier índole. Después del suceso; el silencio y el mar se recogían despacio,reptando por la arena hasta alcanzar mis pies, agrandándose magníficas en un muro de agua que me envolvió: olas de color café y verde.
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Al sentir como cortabas ese cordón umbilical que nos unía , sentí la muerte erguirse certera frente a mis ojos. Esperé con estos apretados el final, el éxtasis del dolor, sangre, delirio, gritos más fuertes que mi vagido de aquel instante. Dejé pasar unos segundos expectantes,mientras el cuerpo me temblaba,alienado por completo del tuyo. Miré por entre las pestañas la distancia que nos separaba, que ya no era un continente ni un mar, que se había transformado en una barrera más amplia, infranqueable. Ya no estábamos más unidos...por nada, ni siquiera la evocación de un fugaz recuerdo, y yo seguía viva, tan viva que sentía como mis visceras liberaban su amargura, como mis vellos ser erizaban uno por uno, viva, descubriendo que nadie es imprescindible.
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Luego del ultraje mi yo se sentó en el rincón y se acurrucó. Yo seguía sentada en el escritorio catatónica, preguntándome porque no había hecho caso al instinto, qué significaba el ininterrumpido deseos de llorar durante un abrazo; esa sensación de felicidad moribunda. Mi yo estaba en el rincón, recogido, con la cabeza entre los brazos y las manos en puños cerrados, como atrapando la rabia. Daba lástima, se veía tan sucio... Se había marchitado como un arbusto al que le habían quitado el agua, y a pesar de que brillaba un sol a lo lejano, no era de ayuda. La luz le quemaba las hojas y se iba encogiendo, adelgazando en el rincón, tan sucio, tan gastado, tan viejo, como un papel arrugado, descascarandose junto a la pared, fundiendose cada vez más en la mugre, la inmundicia... y mientras ocurría aquello sentía que me miraba implorante, me pedía que lo recogiera y le devolviera el brillo y la pureza que un día tuvo. Y yo...yo ya no sentía nada.
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El barquito se desliza feliz entre piedras y olas,navega feliz por el canal imaginario que trazaron esas manos que le crearon y que siempre están frescas .Pero él sabe que aunque el tiempo esta brillante y el viento silba alegre, no habrá qué evite que el papel del que está confeccionado se humedezca;y proa y popa, babor y estribor, se confundan arrugados, mientras se hunden despacito en aquel mar insalobre, en medio de una primavera fatídica de esas que solo se pintan en los cuentos.
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Hay que callarselo lo todo, callar ante todo y observar desde fuera del encuadre. Hay que servir los ojos a una buena causa, ellos deben atrapar , aprehender entre sus pestañas alicaídas las formas y los tintes magistrales. Hay que escuchar los coros, los gritos, los corazones cuando galopan o cuando ante un estornudo se detienen un milisegundo atontandos, aprender que los milisegundos albergan las mayores extravagancias. Hay que ser el propio contenedor, acaparar recuerdos, memorizar circunstancias, minucias,lo macro, lo micro; anotar minutas, seguirlas en memorandums plausibles; sentir entre las costillas,en los dedos que hormiguean, sentir cada paso, cada fibra, cada músculo que se activa. Oír las multitudes animales, oírse en medio, oírse apartado y hacer notar la diferencia. Hay que esperar con paciencia y sin ella. Esperar que el saco se llene de ideas,morfemas que revoloteen como mariposas y abriéndose paso por cada poro la poesía eclosione.
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Y es esa lluvia tan estúpida que no te empapa. Esa especie de adelanto de estación. Los paraguas no sienten deseos de rehuírla y se quedan enfundados o atrapados en carteras, el banquete empieza y es que a nadie le interesa mojarse o no mojarse en particular. Quizás aparezca un arcoiris, o la lluvia sea tan ácida esta vez, que se oxide el mundo. Qué importan los paraguas, que importan si llueve de una manera tan tonta y la nube parece burlarse de los que se amparan bajo los letreros. Esta agua no moja, no empapa, no humedece; se evapora al tomar contacto con el material lanudo y sintético, pues llueve luz.
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Una tarde cualquiera, con las calles inmutables, con los patrones recortados y oscuros. Mientras espera ud mirándose los zapatos, intentando imaginar como se posiciona la aguja del reloj, sin punto de referencia. Es preferible sin esos puntos, piensa,sin indicadores, sin el molde de la vida diaria, sin comidas estipuladas, observando la luna y su halo neblinoso, en mitad de la avenida.
Observa impávido con las manos en los bolsillos, y cuando ese alguien que espera llega, no se inmuta. Absorto en aquella luna , prefiere sentir el calor de ese cuerpo y su respiración agitada antes que voltear y aniquilar esa fantasía.
Comparten una mano, hasta que se calma y miran los dos como se deforma ese pétalo frágil, cómo es estragado por la neblina y lentamente devorado por la noche. Oscuridad. Frío. El calor se disuelve en el momento en que la luna se aparta de su acecho. Ella lo soslaya porque también prefiere estar sola.
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El caso es que las gotas de lluvia se parecen a esa mueca que te hace diferente, y podría afirmar que sin lugar a dudas en el interior te cobijan los fantasmas que crea el fuego. Te veo cavilando sentada, con las rodillas presas por tu barbilla, con la taza de té que se enfría sin que te des cuenta, analizando la simbiosis que extrañamente tienen las paredes y el mobiliario por estos días.
Tu ventana sigue cerrada, pero yo sigo esperando paciente. En mi memoria han quedado esos extractos de la fragancia de la madera, y los jirones de pintura descascarada que penden de los extremos. Te imagino alzada como golondrina frente ella, mirando como los aires calmados se esparcen por la ciudad, como esta despierta quejumbrosa, pegando su modorra a los ciudadanos cada día. O quizás sentada con las manos en las mejillas, amasando el frío de tus dedos partidos por la pena, tu nariz enrojecida, las pestañas húmedas y la mueca de esa boca que solicita compañía. Y es que eres una reclusa sumisa de ese ventanal.No has asomado el cuerpo en meses, pero no te incomoda; mantienes el cristal limpio para poder observar el preludio y el cierre del día, te basta con poder oír el trino amortiguado de unos gorriones y ver como se balancean en sus patitas , es suficiente para ti poder contemplar la realidad tras el cristal, pegando la nariz al vidrio, empañando las emociones florescientes con tu respiración acompasada, a salvo, jugando a enviarme mensajes codificados mientras llueve y espero que asome tu frente emancipada a través de las cortinas de tu portillo.
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Mientras el silencio era sostenido, y nos mirábamos todas con una pasmosa solemnidad, tronó. La realidad en sepia se volvió rápidamente gris, corrimos azuzadas por el más animal terror. Cundió el pánico, las escaleras de dos en dos subimos, nos alejamos y nos detuvimos a mirar; por la esquina emergió un pedazo de cobertor, desde el fondo saltaron animales de globo.
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Demos un día por descontado y salgamos a caminar
Las excusas no importan
Dejemos todo de lado y sintamos en la planta esa arena mojada
Agreguemos entre los dedos esa mies desgranada
Si gusta me toma la mano, y cultivamos semillas en sus líneas
Si gusta no nos miramos y caminamos callados
Yo soy ciega y usted es guía y bastón,o viceversa,
o nos divertimos fingiendo que sollozamos
Y criticamos la vida falsa y sin sentido
Pero nos apoderamos de aquel instante volátil
Por frívolo que parezca.
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Transcurres como granos de arena a través del reloj aquel.Te conozco pero no te toco, pues te desharías al instante, te atrapo pero te escurres entre mis dedos. Quédate tranquilo en mi palma, quédate un instante paupérrimo y observa como me transformo en aquella misma arena, como me pierdo suspendida en el aire, o atrapada en aquel infierno infinito que llamamos tiempo un día.
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Deseo tu mano entre la mía
Las arrugas desplazadas en sentido inverso
La calidez que transmite
La piel casi transparente
Que cubre esas venas rugosas,
Las líneas fusionadas
Las uñas chocando
Los vellos erizados
Las cicatrices que nos hablan
Del porqué entrelazamos los dedos.
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Se imagina triste bajo aquel manzano
en aquella tarde reñida de truenos y disputas
aliviana el peso de la lluvia en sus ramas
extiende sus raíces rugosas en la tierra mojada
acaba sus ansias de aferrarse a las circunstancias
y empaparse el alma con austeras gotas,
crece mirando al cielo, para obviar la realidad a sus pies.
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El libro estaba sobre la banca, y a su lado un hombre se sentaba a contemplar morboso la vida. En las calles no transitaba un alma, el viento soplaba simpático. Ante la perspectiva de una tarde aburrida de domingo el joven tomó el libro y lo abrió por la mitad. Sus dedos trazaron una línea entre la unión de las páginas, la asió por un extremo amistosamente, la arrancó y la comió con parsimonia.Repitió el mismo procedimiento varias veces.
El sol caía cuando la tinta surtió efecto, su piel mate se pobló de letras góticas y pies de páginas, se hizo translúcido como papel biblia y finalmente concluyó su domingo siendo una historia con patas.
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La cara se me cae a pedazos el mentón se me marchita. Es tan breve seguir un objeto a través del escampado, perseguir una estrella prófuga que empujó unos segundos a la luna, pedir perdón en silencio, evitar mirar a la gente mientras comes porque el plato es más colorido y menos fúnebre. No aludir a los tenedores en cortejo, bosquejar las venidas y las despedidas agrias, descolgarte del árbol como fruta madura de verano, fuera de foco, o dejarte caer comida por las aves. Llego a la conclusión amarga de que mis días no son míos, si lo fueran no pasarían allanados y planos comiéndose los vitales minutos verdosos entre mis muñecas de porcelana fría.
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Eras mi tristeza patente, mi recuerdo que jugaba con una palita a hacer barro, que crecía y solía preguntar para obtener respuestas curiosas;que miraba, que sentía con todo el ardor de sus sentidos, que consideraba campal batalla sentarse en un columpio mecido por la brisa, para contemplar las ensoñaciones de la historia y sus mariposas.
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Entonces te guarde en mi anal, entre un montón de papeles arrugados y descubrí que eras lo único que me había encontrado alguna vez.
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