Y es esa lluvia tan estúpida que no te empapa. Esa especie de adelanto de estación. Los paraguas no sienten deseos de rehuírla y se quedan enfundados o atrapados en carteras, el banquete empieza y es que a nadie le interesa mojarse o no mojarse en particular. Quizás aparezca un arcoiris, o la lluvia sea tan ácida esta vez, que se oxide el mundo. Qué importan los paraguas, que importan si llueve de una manera tan tonta y la nube parece burlarse de los que se amparan bajo los letreros. Esta agua no moja, no empapa, no humedece; se evapora al tomar contacto con el material lanudo y sintético, pues llueve luz.

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