Y desapareció. Sencillamente no dejó sus manos marcadas en la mesa como siempre. No habían despojos de personas en el camino que hicieran suponer un supuesto paseo de despedida, ni lo habían visto salir esa mañana de su casa. A las plazas que pregunté si lo habían visto se las tragó el cielo, y las calles tampoco las recordaban a ellas. Pensé que era una broma oscura y decidí no creer a sus superfluos argumentos, claro, las calles mienten, muchas personas pasan por ellas, lo mismo diría de las plazas.
Mientras andaba lo busqué en el piso, metido entre los adoquines o colgado de un florero, pero no estaba, tampoco en el cielo o en el aire que me besaba la cara (aquel día había viento),lo busqué entre mis costillas y en mis bolsillos atestados de boletos de micro, lo busque en labios ajenos y en la palomera.Pero no había nada. Todo rastro de su persona se había extinguido, y en las calles pululaba gente común que no merecía mi interés y que no reconocían el perfil que les entregaba; de un hombre con dientes blancos y que fumaba muy bien.

1 Comment:

  1. Anónimo said...
    Repetido, pero encantador, un texto corto, y con tendencias a continuar en otras partes esparcidas dentro de ese mismo florero

    Un, saludo, 12, campanas

    Chau!

    En fin....me gusto ...al igual que la primera vez...pero tus lectores esperan cosas nuevas

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