-¿Y qué pediste de regalo?
-Le pedí a mamá un rinoceronte, pero no me lo regaló.
-¿Y para qué querías algo tan grande como un rinoceronte?
-Para sacarte a pasear, y salir a atropellar gente y aplastar autos.
-Ah,no...para actos vandálicos no me presto...no salgo a pasear contigo si atropellas peatones.
-Bueno,bueno...no haremos destrozos, sólo iremos a pasear.
Ves un pasado inmutable, una sonrisa perenne,
una esencia tántrica especial??
¿Qué ves cuando sabes que se cruzan lazos oblicuos.
que el llamado no responde,
que el remitente no existe?
¿Qué ves si el tiempo transcurre como gotas
cristalizadas en el aire,
un acuerdo tácito,
me aparece una nueva arruga, si algo me deja de agradar?
El espejo devuelve imágenes ásperas
si el espectador contempla desde atrás,
como una rosa marchita que vuelve sus pasos sobre el florero,
como una lágrima seca junto al teléfono,
colgando de la retina,
atravezando la imagen cortical de tu mente.
Verás lo pasado, lo interfecto, lo definido,
el cambio jamás.
Verás con ojos de observador con belleza desgastada
por la soberbia,
y quizás con la crítica aguda del mal lector,
quizás me veas salada y pálida
o desangrada pero jamás muerta...
Seamos realistas,
si no vieras la frente hirviendo frente al espejo,
ni siquiera pensarías en la postal estilo francés del pasado,
ni en un idílico modo de ser,
sólo me verías.
Etiquetas: Poemas
Evitaba mirarse a los espejos, o bien miraba desde la periferia su reflejo en el agua. Sus manos magulladas por el trabajo arduo rogaban por un poco de descanso, pero Rebeca no descansaba aún en su sepulcro. Quizás quien quiera que fuera no había nacido aún, quizás Rebeca trabajo forzado no estaba sabiendo vivir.
Cuando había dicho dos meses el doctor había efectuado una aproximación generosa, mirando directamente a los pies de quien sabía que más de cuatro semanas no tardaría en fenecer. La pregunta era la siguiente ¿viviría tres semanas? ¿O aquello se había tornado en una fútil parodia de su existencia? Tras años y años de vivir en aquel lujoso departamento y en aquella ciudad, de cultivar amistades y de hacer vida social.¿Por qué había llegado a la casa de quien no veía hacía seis años?¿Acaso no era una irrupción inoportuna a la vida de Carmen?¿Quién era ella para interrumpir la monotonía de las vidas ajenas? No era nadie, porque ya no era Rebeca, porque la mujer de aquel nombre estaba muerta, sí.Etiquetas: Novela
Te espiaré tras los trazos vanos de la mano sin pulso,
esperando a que se calle el rumor de los visitantes lejanos
tras la pared oscura de tu habitación
a que la penumbra se trague tu inhibición
te vea el alma desnuda
frágil y púdica
y te calles de una vez por todas y dejes al silencio hablar.
Etiquetas: Poemas
Desgaje un cielo y véalo en silencio traspasar los párpados del metro cuadrado vacío en el lecho temporal, camine en silencio por el agua , deje que sus pies floten aureamente y sin severidad por ella, que la recorran, que la sientan intrínseca...luego piense si desea salir con paraguas nuevamente.
Etiquetas: Escolopendra
El piso estaba frío, duro, catártico, y la madera áspera, llena de imperfecciones de la madera podrida. Los cabellos le impedían la visión, mas no tenía intención real de mirar. Cerró en silencio los ojos, por horas,días,meses, hasta que olvidó que el tiempo transcurría como goteras.
El ambiente estaba enrarecido, hacía que los músculos se pegaran a la madera, rígidos, el polvo le cubría las pestañas, el aire estaba cargado de iras, la oscuridad de los ojos cerrados recreaba la ilusoria imagen de cientos de pies que transitaban, rondándola.
Tenía un miedo irracional, como si la fuera a despegar del piso, aprehendida y camino a la desaparición inevitable. Silencio.La noche caía, los gritos cantaban, los pasos desaparecían, iban camino a su hogar montones de zapatos. Silencio. Bajo el piso algo se movía, las cucarachas infestas se columpiaban sobre las tablas, el piso crujía, alguien caminaba hacia ella.
Cerró los ojos y aguzó el oído, algo respiraba, alguien respiraba...y lentamente acariciaba su cabeza. Silencio. Removieron los empolvados cabellos del piso, entreabrió los ojos y contempló un mocasín negro.Etiquetas: Escolopendra
El sol se pone en silencio sobre la arena y la escarcha, mientras que el fárrago de la calle empieza y acaba en el punto desarraigado del cielo. Por la plaza caminan en silencio un anciano de patitas chuecas y su perrito, un loco en bicicleta recorre la plaza, dos caminan hacia una banca; se ven a lo lejos unos tipos jugando con paletas, en busca de la pelota perdida que cayó a la calle. El de la bici va y vuelve, va y vuelve, viene hacia la banca. Un pequeño desciende de su bicicleta con ruedas hacia el columpio y se mece despacito, su mamá le ayuda desde atrás, le enseña a darse impulso, le reitera, piernas adelante y para atrás.
Dos trabajadores recogen las hojas a mi derecha, el tipo de la bici da la vuelta, unos pitufos corren a jugar a la pelota. Tres niños más se suman a los columpios, tres niños es igual a tres mamás y a tres lecciones de cómo columpiarse.
Una pareja avanza, ella de uniforme y él de terno, pasan frente mi al tiempo que la señora de la muleta. Un hombre de gorro blanco y verde pasea con las manos en los bolsillos; cuento una, dos , tres parejas que se abrazan. El señor y su gorro se sientan en el balancín, una dupla pasea un perro.
Los niños gritan, se balancean, el tipo de la bici parece decidirse a pasar, pero se devuelve, adivinando que es de él de quien escribo. Una curiosa mujer de abrigo, larga, flacucha, espigada, cruza la calle por el paso de cebra que nadie respeta.
Todo sigue igual. La plaza , el tráfico, el ruido, la banca, y yo sentada sola, y el columpio que se balancea de lado a lado, vacío.Etiquetas: Escolopendra
Poco a poco en la periferia del techo se dibujan puntitos nacarados,
Despierto del reposo intranquilo
Con los ojos abiertos de palabras
En medio de una superficie bruñida de marfil
La ausencia me pesa sobre la frente escarchada,
Mientras las sombras intentan olvidar
Las emisiones vaporosas de un baño turco
Y el tejado se condensa en goteras invertidas.
Cierro los ojos para que las palabras circulen en mi mente
y las musito en voz baja a la pared,
la puerta se abre sola y se traga el pestillo,
el hombrecillo cae de bruces y se licua despacio.
Pienso fijando la vista en el techo para no distraerme,
Me distraigo para no pensar en lo convenido,
En la conveniencia, ni en Carreño y su etiqueta
Y miro al techo plácido,
para remover las imágenes diluidas en el lecho.
Estoy fría y me palpo muerta,
Las paredes se encogen y se acercan a mi retina,
Cierro los ojos para no ver los cuadros y los libros,
Pero las palabras rebalsan el conducto lagrimal
Y se escurren por mi garganta y mis mejillas.
Las paredes se doblan rodeándome,
Se pliegan en infinitas posturas y los cuadros me encaran,
Mientras me gritan brotan más palabras,
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Las había perdido nuevamente.
Registró el bolsillo por enésima vez, lo dio vuelta y pescó entre sus dedos una pelusa. Con rabia descontrolada miró en derredor y dio vuelta los cajones del escritorio en la cama, levantó la alfombra y miró bajo los muebles. Recorrió todas las habitaciones; pero habían desaparecido.
Se sentó a pensar en la vieja butaca tapizada de cuero, repasando un estrecho itinerario. El día anterior se había sentado en aquel banco de piedra que estaba junto al simbólico árbol, luego había entrado, nuevamente, al hogar, hacía frío. Recordaba haberlas tomado entre sus dedos y haber jugado con el sol que se reflejaba en ellas.
Tomó el abrigo y salió, afuera había una neblina espesa que impedía ver más allá de un metro. Cruzó la calle con rapidez, cortando con su cuerpo la neblina, la luna estaba medio sepultada en un halo níveo, el fragor de la carretera lejana acompañaba el triste cuadro; la banca debía estar a unos metros, un alarido rasgó el aire. E su prisa por encontrar la banca tropezó con algo y metió un mocasín en la fuente; el agua penetró a través de él, le empapó el calcetín y le congeló los huesos. Retrocedió furioso, tropezó con un bulto informe, un alarido rasgó el aire, descubrió al lado de su tobillo una cara cubierta de arrugas, un cuerpo que no se movía, una mano huesuda que aprisionaba su pantalón. Espantado corrió en línea recta, hasta que se convenció de que el bulto informe no lo seguía. Sin saber cómo llegó a la banca, las llaves estaban sobre ella, el árbol ululaba sombrío en medio de la penumbra. Se sentó y contempló el brillo misterioso de las llaves a la luz de la luna, el silencio tronaba, un alarido rasgo el aire, y el ruido de unos pasos turbó su calma.
Corrió con el corazón encogido en el fondo de sus entrañas, hasta que divisó la calle y el farol de su casa, y cruzó sin mirar. Entró a la casa y se dirigió a la habitación, hurgó en su bolsillo vacío, una y otra vez, lo dio vuelta y pescó entre sus dedos una pelusa.
Un alarido rasgó el aire.
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