Me he dedicado a mirar sus despojos estos últimos días. He notado que hay ciertos aspectos que han cambiado. Quizás el otoño naciente nos haya desencontrado a destiempo. Supongo no lo ha notado, ni tampoco las lagunas frente al espejo.
La vida es como mirar el paisaje desde la ventanilla de un tren, probablemente en este viaje no estemos compartiendo asientos, y no podamos comentar acerca de lo que vemos. Desde mi actual ubicación se ve el cielo un poco nublado, surcado por esas nubes que bien pueden parecer música; es agreste el cuadro, se ven personas aisladas en medio de algunos pantanos, llamando a sus animales con paciencia. Probablemente no vea usted lo mismo, y una urbe magnánima transcurra frente a sus ojos, trayendo en su ritmo vertiginoso una verdadera novedad; que mi paisaje rupestre nunca ha poseído. En todo caso, no importa. Me parece que saboreo alguna extraña satisfacción al mirar mi mano escuálida en el vidrio, y al apoyar la cabeza en este, me parece verlo en el asiento trasero.
Evoco ciertas estupendas palabras y una fragancia de café en su compañía, ahora me parece que ya todo nos es indiferente y no sé a quien culpar; dado que siempre hay un culpable.
¡En fin! Quizás no le importe que le entregue este sobre abierto y sin fecha, hice un cálculo mental acerca de las impresiones que le provocarán las confesiones de esta carta al releerla .No le exijo me responda ni se excuse por no hacerlo, quizás no sea lo suficientemente transparente para decírselo a la cara. Sólo tengo el valor para pedirle una cosa: no me deje sola.
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