La VeNtAnA

En la lejanía, cada vez más lejos, cada vez más cerca, rescostada , hundida entre las sábanas, una mujer de la cual no diré nombre(es algo irrelevante)entreabría los ojos.
Ni siquiera con pereza, sino con el más absoluto desgano, posó los pies sobre la mullida alfombra y se abandonó a la rutina diaria.
Sin energía culminó todo aquello rápidamente y se sentó en su silla preferida para hablar con las plantas. Ellas habían sido susu cultoras todo aquel tiempo pasado, y todo el presente, pero no pensaba que lo fueran en el futuro, era algo intrazable para su existencia.
Su mirada vagó por el calendario, y se detuvo en una pausa fraudulenta allí, en ese mítico 20 que la tenía rodeada. Ya era un año, un año desde que no estaba, pasado mañana sería un año; un año de encierro.
En silencio encendió una vela junto al retrato del occiso; ni siquiera lo había amado, pero sin él, sin la presencia de él, no él como tal , se sentía tan sola...tan vacío el mundo, tan vacío todo.
El teléfono comenzó a sonar con estruendo, el viento azotó las ventanas del vecino y la luz se fue; en el exterior llovía a cántaros, el teléfono seguía con su repiqueteo incesante.Con pasos cansados lo tomó y se quedó en silencio, esperando que la otra persona al otro lado de la línea hablara.
-¿Aló, mamá?Sé que estás ahí aunque no digas nada. Escucha, hoy no puedo ir a verte-se oyen risas tras el otro lado de la línea y la anciana cierra los ojos y se abstrae-..así que ese es el asunto, ¿no dices nada?-siguió el mutis de la mujer, quien observaba el intermitente de un auto que doblaba la esquina-Bueno, adiós-la ancian volvió a la realidad y colgó aún observando la calle.
El reloj de la pared corría lentamente, y la mujer se vio detenida en el tiempo, por el tiempo, atascada en el olor de esa pipa de sauce, en la tijera recortando el bigote y en los almuerzos servidos puntualmente en la mesa a aquel ente masculino que se sentaba en la mesa. Ya era un año y el reloj seguía avanzandom pero el tiempo del interior de su casa, el tiempo del ente la había atrapado.
Tomando su echarpe y cruzándoselo caminó hasta el umbral de la ventana. En el exterior nada se deteníam todo era frenesí,luz, movimiento. Las luces de los autos y la gente enfrentando la lluvia con paraguas multicolores le produjeron una rugiente ansia en la boca del estómago. La lluvía caía, y la luz de un automóvil iluminó el cristal de la ventana, y vio su figura proyectada. Vio sus ojeras y su rostro mutilado por el dolor,vio noches amargas, tardes solas y sopas frías en aquella mansión; aquella rutina espantosa que la mantenia cautiva.
Sus manos se apoyaron en el cristal de la ventana y su aliento lo empañó, el rostro de su difunto esposo se dibujó en la ventana.Con desesperación, usando todas sus fuerzas empujó y empujó el cristal hasta que lo traspasó.
Y el exterior le llenó los pulmones de viento frío y agua nacarada, y se disolvió en moléculas que se elevaron y fueron tragadas por el cielo infinito.


2 Comments:

  1. Anónimo said...
    me encanto, tienes una forma grata de escribir..como para contarlo en cualquier lado con un cafecito, un saludo mi querida saltamontes...
    Emanuel Simo said...
    cuando uno se da cuenta que su vida se volvió rutinaria es señal de que hay algo que cambiar en esa vida.
    La soledad nos deja librados al azar, al aferrarse a quién no es y a quién no tenemos nada para darle.
    A veces sólo se trata de saltar, de animarse a saltar, de romper el muro de cristal, pero para vivir y para morir hace falta lo mismo: valentía.
    Tu texto me hizo acordar al último que escribí y, en tu versión, me gustó mucho más que en la mía

Post a Comment



http://www.heritage.edu/test/cheshire.gif


Copyright 2006| Blogger Templates by GeckoandFly modified and converted to Blogger Beta by Blogcrowds.
No part of the content or the blog may be reproduced without prior written permission.