CaTaRsIs


El frío avanzaba por tu cuerpo

Como un invierno incandescente

Y la boca se te resarcía al proferir

Aquellas palabras.

El cielo se paralizó y

Estalló en seco llanto,

Mientras la tierra regurgitaba lejía.

Se hizo el silencio,

Y la tierra tembló,

Se cayeron los techos a pedazos

Y por las fisuras de la calle,

Asomaron sus manos de los muertos.

Con la mirada alienada y

el pensamiento en otra parte

seguías hablando sin ser tú,

mientras las casas se desmoronaban y el techo se teñía de azul.

ViSiTaS


No importaba, no importaba, no importaba.

El cuchillo resbaló de su mano y se hundió en el dedo, fue un alivio ver que la sangre que fluía dadivosa, roja, aglutinada, hasta azul diría.

Una mariposa negra no era nada más que alguien que moría en ese lar descongestionado de personas, habitado únicamente por quien no se atrevería a abandonarlo. Una mariposa lóbrega; moriría en esa casa.

Se envolvió la mano en un paño,aún sentía aquel filo penetrando en su carne. Se quedó parada apretando el mantel, la respiración casi inexistente, mirando al campo;el vuelo de la mariposa, un pequeño papel crepé oscuro, que momentos antes planeaba en su cocina y se posaba sobre la loza recién lavada, agitando las alitas brillantes con delicadeza, bebiendo con inocencia de las gotitas saladas. Sólo un segundo pareció reparar en ella, entonces presumió la fatalidad inminente que ocultaba la bicha.

Tal como había llegado se fue, emprendió vuelo como una hojita quemada y voló rauda hacia el más allá de su patio. Pronto sólo fue un puntito emborronado desapareciendo en un ocaso gris.

Como de un trance escapó Carmen, y atisbó en busca del cuchillo, demasiado tarde como para ponerle el pie encima.Entonces la mariposa se escurrió de entre sus dedos y revoloteó alrededor del cuchillo como una poseída, giró en derredor de los sillones y atravesó la puerta. La siguió con sigilo y ,sin consultar previamente el ojito de gato, entreabrió la puerta; dos fantasmas, antiguas personas, le saludaron con miras confusas, una llevaba un disminuido neceser ridículamente rosa, la otra unas maletas bastante serias color café moro .

Ni siquiera era necesario hablar, primero el pequeño Roberto , luego el golpe, la cortada con el cuchillo, el cuchillo caído en el piso, la falta de carteros , la insensatez de los ladrones saltando al patio, las arvejas desparramadas, lo predicho, lo inefable , Roberto de nuevo, la muerte, lo probable...y la mariposa tampoco tenía algo que ver...

Con tristeza observó al mundo transcurrir bajo el alfeizar de su ventana, completamente ajeno a él mientras la lluvia caía con pereza sobre las hormiguitas suicidas.

REBECA.


Dos meses.

Un dolor inmanente se apoderaba de su cuerpo y estaba muerta antes de tiempo, como si aquel funesto augurio hubiera mellado su vida anterior y le hubiera matado instantáneamente.

Dos meses.

Ahora no sabía si era Rebeca quien tenía que nacer, crecer y morir en ese pestañeo de tiempo, y aunque siempre la tentativa de saber cuando iba a suceder le parecía cuando menos placentera,esperanzadora, planificadora, un tiempo para hacer y deshacer mil veces el ovillo si quería. Ahora le parecía un insulto; la habían muerto antes de que muriera, de que pudiera atisbar siquiera desde la esquina lo inevitable.

Estaba muerta, lo sabía desde hace una semana, algunos otros lo sabían hace pocos días y una hora. Muerta,.muerta,¡muerta! Y nadie le había creído, la estupefacción engañaba sus oídos, se desmentían solos ,como serpientes, despreocupados, quizás efectuando un eximio cálculo mental de la herencia, cuanto recibirían en la repartición de bienes, o acaso no sería aquella una argucia de ella para atraer su atención.Eran como moscas volando en torno a un cuerpo putrefacto, poniendo huevos en visitas planeado-casuales para agusanarlo.

Desfilaban consecutivamente por su mente las palabras muerte y cadáver, como si, quiera quien fuera después de fallecida Rebeca, no lo asumiera .Muerte, cadáver, muerte, cadáver. Ya había pasado una semana y el tiempo inhóspito jugaba al tejo fumando achís, la oruga se deslizaba a ritmo lento en una prisión temporal: dos habitaciones, living comedor, cocina, baño, lugar inhóspito, clausurado por los exterminios varios del exterior. Fuera todo brillaba, se revolcaban en ironías poco comunes de la estación; del otoño sin hojas caídas de la viuda sola en su pequeña cueva. Y el ciclo pasmoso proseguía bifurcando a los seres incorpóreos del exterior en miles de caminos distintos,mientras ella pensaba cómo vivir sabiendo que moría, estando incluso ya muerta.

Así transcurrían los días los días, acompañados de la insistente cuenta regresiva, cuerpo débil inmerso entre los ropajes de una inmensa cama, o mujer invisible sentada en una silla coja y contemplando el adiós, o recién nacido, berreando.Recién nacido, pedacito de entraña, qué más? Si ya lo sabía no le veía objeto a esperar, muerta ya, sin sentir, como cadáver. Cada día más muerta.

El espejo le devolvía reflejos fantasmagóricos de piel mortecina y socavones bajo los ojos,flores en el cabello, tierra retenida entre los dedos, y un susurrar incesante que la aquejaba día y noche. Venía del interior del espejo, le decía que mirara sus manos, que las mirara...y las veía blancas, palomas que no entendían el porqué de los hechos, del acoso constante de un reflejo veleidoso.No lo soportaba y, oculta entre las sábanas , taponaba sus oídos para evadir el zumbido permanente del espejo. Un día, pasadas unas horas, insomne, tomó la lámpara del velador y la precipitó contra el espejo; centenares de partículas de vidrio flotaron en el aire como hadas enloquecidas. Recordó la vieja historia del espejo malvado o algo así, que un hijo le había contado en algún tiempo anterior. Repasando con vigor los pasajes del cuento recogió los trozos esparcidos por la habitación y descolgó el espejo.

El interior de aquella inhóspita cárcel estaba caluroso, opresivo casi, por los 7 años de mala suerte que habíase volcado encima. Giró alternadamente captando con visión periférica toda la casa, y decidió que ya era tiempo. Sentóse calmadamente en una silla y atisbó por la ventana sin ver nada, acercó su mano a la claridad y contempló sus dedos apresados por una debilidad mortuoria, elevando con dificultad la mano hacia aquella luz que la volvía transparentarse. Intentó imaginar si allá sería como se suponía debía ser, todo luz y resplandor, mas la conciencia la retuvo; más allá lo veía, cada vez más lejos, brumoso, arisco, tomado por las tinieblas color tabaco.

La EsPeRa


Te espero cada tarde en el mismo portal

En esa fría postura de quien no sabe a donde va

Te espero cada minuto

Mientras el tren se va,

Mientras las campanas se quejan sobre la catedral.

Te espero cada tarde

Para decirte lo que querías oír

Y mentirte con descaro

Sólo para que estuvieras allí.

Te espero fraudulentamente

Te sigo con la mirada

Recorro centenares de veces aquellos

Lugares oscuros de la ciudad,

Cruzo las mismas calles que nos vieron pasar

Miro los mismos anuncios

Oigo las mismas campanadas

Veo a las palomas volar,

Pero tu no estas.

InStAntE


El picaporte restalló en toda su fibra , mientras su mano aprisionaba la manija con fuerza. Puños certeros golpetearon la puerta al instante, mientras se acurrucaba obstruyéndola.

-Déjame entrar...

Se presionó más contra la madera de la puerta, casi podía sentir su piel tibia empujando, su respiración agitada y los latidos de su corazón.

-Por favor...

El mutis más absoluto trepó por su garganta y le impidió hablar, mientras , con los ojos cerrados y la boca entreabierta, intentaba serenarse.

¿Era posible? Él seguía golpeando la puerta.Y con las manos en los oídos y los párpados apretados era como si las palabras se vaciaran en agua jabonosa y resbalaran por el piso.

CoSaS iNeViTaBlEs

Después de la conversación de aquel sueño y del beso de pez , despierto cansada.

Mientras intento dormir en vano, e intento zafar mi pie de las sábana, abro los ojos y contemplo las estrellas de cielo raso. Respiro profundo y siento la cabeza apretada y el cuerpo débil, sonrío como una tonta y sollozo bien bajito un “tú”.

A un lado de la cama está el cuaderno en posición de escribir, lo tomo y lo abrazo entre las sábanas; escribir no dará buenos resultados hoy. En silencio y con la cara contraída me levanto, tengo un nudo en la garganta que me incomoda al caminar, como si llevara ceñida al cuello una soga invisible. Desayuno con lentitud, llueve terriblemente, el ruido del agua produce en mi un efecto sedante...

El resto del día transcurre con la habitual insipidez y armonía de siempre, con excepción del minuto que leí esas palabras tan bonitas y escuchaba esa canción, sin embargo ya es pasado y me inquieta bastante, el nudo me pesa y lo arrastro a mi lado; intento escribir nuevamente, pero nada me contenta. Mi cara emula una sonrisa y una mueca inversa a la vez; qué triste espectáculo.

La noche envolvió este día de sabor extraño, el cuaderno está en posición de escribir nuevamente, me escurro entre las sábanas y miro el techo. ¿Qué me pasa? ¿Por qué estas manos tan tibias y el sonrojo involuntario? Estoy enferma quizás, mi cuerpo está lánguido, mi semblante pálido y nervioso, mi pecho lleno de un algo opresor, los “tú” son cada vez más frecuentes ; ayer tan feliz y hoy tan triste, tan sonriente, tan anhelante de un algo...¿Estaré enferma? Me pregunto al hundirme entre las frazadas, me abrazo yo misma y suspiro en silencio con los ojos cerrados...desde el fondo de la almohada una vocecilla susurra con seguridad: se llama amor, tranquila, se llama amor...

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