HoJaS dE oToÑo


Cuento que posiblemente no tenga mucho que ver con la estación, recuperado de una revista que hicimos...


Una fuerte ráfaga de viento pasó y golpeó las persianas, la muchacha siguió tumbada sobre el escritorio haciendo caso omiso de la corriente que había entrado en si habitación, se desperezó con lentitud y puso sus dedos en la gastada pluma. Apoyó la pluma en la hoja de carta y esta rodó abruptamente desde sus finos dedos hasta la bruñida superficie del escritorio.
-Hoy no-musitó apenas abriendo los labios.
Una persona entró y cerró la ventana. La joven ni siquiera volteó para verla, simplemente acarició el escritorio; y al ver la curiosidad de los ojos tras su espalda dobló el papel y lo metió en el bolsillo de su chaqueta.
Un día de otoño la recibió al salir al exterior, el sol tras las nubes y los papeles arrastrados por el viento decoraban las calles. Ella caminó, simplemente caminó; con paso lento y pasmoso, sin contemplar el paisaje, sin tener idea hacia donde se dirigía, caminó en línea recta con el sol tras la espalda y el viento revolviendo su cabellera.
¿Qué hacía? ¿Hacia dónde iba? Volteó bruscamente y se volvió siguiendo en línea recta, cruzando las calles, sin mirar.
Una hoja impulsada por el viento cayó en el gorro de su chaqueta. Un caudal de recuerdos se agolpó en su vacía mente.
Regresó.
Su paso antes calmado y monótono, se había vuelto rápido y elástico. Su respiración sosegada desentonaba con el rápido martilleo de su corazón.
Al fin llegó. Un montón de hojas correteando en las baldosas pareció darle la bienvenida; por primera vez en mucho tiempo reparó en el paisaje, buscando algo.
La plaza era pequeña, una plaza más entre todas las plazas.Una meseta de árboles perennes y también de hojas amarillas que llovían con cada brisa. Una mal hecha fuente con nenúfares flotando en sus aguas descansaba aisladamente en una esquina, oculta tras el follaje de un árbol. Aquel banco seguía allí, levantándose en un extremo por las nudosas raíces del inmenso árbol rodeado por montones de redondas hojas esparcidas por la hierba reseca.
Su corazón desbocado pareció detenerse, congelándose en el tiempo. Su andar se volvió dudoso y caminó sosegadamente hacia aquel banco. Observó la plaza, una anciana decrépita caminaba por el otro extremo, y un vagabundo dormía bajo un árbol. Se sentó lentamente en el frío banco de piedra y fijó la mirada en el vacío.

¿Qué había ocurrido allí? Intentó recordar, pero su mente estaba confusa, lo que creía eran recuerdos se disolvían apenas los tocaba un poco. Era algo importante acaecido en uno de esos días irreconocibles de otoño.

-Qué es...qué es...-musitaba.

Permaneció sentada en aquel gélido banco de piedra hasta que no sintió los dedos y el sol hubo desaparecido del cielo. Con los dedos tocó el papel y volvió a contemplar la plaza. Algo aquel día...Sin embargo, algo había cambiado, el banquito estaba siendo ocupado por otras personas; una pareja. Estaban abrazados y tuvo la impresión de que esllos se volverían como el árbol que estaba atrás, un amasijo de nudos y torceduras, y que acabarían levantando el pavimento y lanzando sus hojas al aire para que se revolcaran por ahí. Hacía tiempo que no sentía tal emoción, tenía el pecho oprimido y respiraba por la boca; su mente se había llenado con un torbellino de pensamientos inconexos al contemplarlos.

Recordó...Una efímera visión de unos ojos hondos, oscuros, impenetrables y fijos. Aún así, ese instante fue muy breve y no pudo distinguir la expresión ni el sentimiento de aquella mirada.Aunque quizás sí, pensó caminando, parecía una sonrisa de hojas de otoño. Aquellos ojos habían estado fijos en ella alguna vez, mirándola indescifrablemente, con expresión burlona.

Se arrebujó en su abrigo. Se había vuelto tarde y el banco de piedra se hallaba vacío. Caminó hacia él y sus manos lo palparon como buscando algo; en silencio lo rodeó con sus brazos y se acurrucó en el hasta que la luz del sol la despertó en la mañana.

Se levantó y sacudió el cabello húmedo de rocío y echó a andar hacia ninguna parte. Mas, a medio camino, la encontraron y la llevaron a casa. Permaneció encerrada todo el día como deprimida, mas no protestó para poder salir luego de aquel lugar y volver a su plaza, a su banquito; lo que se había transformado en su secreta obsesión.

Toda la tarde la dedicó a contar el puñado de hojas que mantenía guardadas en un cajón. Le parecía que aquellas hojas contenían sus recuerdos, que cada línea perfumada de tierra era una vivencia anterior..., de su vida anterior.

Más tarde, al volver a la plaza, volvió a sumirse en reflexiones tumbada en el banquito. Y sacó la hoja de papel, arrugada ya, de su abrigo. Un fuerte viento le arrebató el papel de las manos y este voló por los aires.

Con una energía desconocida para ella misma corrió tras el papel, el cual cayó al estanque. Al verse reflejada vio aquellos ojos negros en el fondo. Comprendió todo. Aquella expresión indescifrable de ellos no era sino otra cosa que amor, y aquella risa burlesca era su propia sonrisa cobarde.

Estuvo un rato contemplando el papel hundirse en las aguas, tomó rumbo a la casa, cogió un nuevo papel del escritorio y redactó una carta.




3 Comments:

  1. El Doc said...
    La magia del descubrimiento, sobre todo, cuando uno se da cuenta de lo que pasa, cuando uno reconoce lo que ha habido y lo que puede ser.

    Gracias por compartir esto, querida Vale.

    ~ El Doc
    Anónimo said...
    hola!!
    es linda esa histotia vale
    esa es la de la revista
    sip es muyyy bella
    aioz cuidat kises!!
    Anónimo said...
    bueno.....sta weno.....
    aun q .....spero q mejores.....
    ....buenop chauxxx cuidate.....
    kises barios......








    live happy ray

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