No todo es adicción, bajas pasiones, fantasmas y augurios y vaticinios. No todo es septiembre 13 ni septiembre 19. No todo es el desgastado esquinero de la pared, ni los libros olvidados de volver a su respectiva biblioteca. No todo son cartas, olvidos ni ansias; no todo es él. A veces parte del todo son aquellas sombras.
La cazé hoy, mientras intentaba ocultarse tras un oso. Era imprecisa, evanescente, quizás masculina o andrógina. Se retorcía presurosa intentando infiltrarse en la esponja que rellenaba al oso.
Primeramente cerré ventanas y persianas, y obligué al pomo de la puerta a cerrarse mudamente; era la hora de sacarla de ahí. Tomo la cabeza del felpudo y la giro lentamente hasta encarar el agujero por el que se salía el relleno, la débil evanescencia de la sombra ha quedado impregnada en la felpa del oso. Un leve movimiento de muñeca, el frufrú de la tela de mi chaqueta y con mi codo la capturo en las cercanías de mi costilla.
Era suave y vaporosa como el algodón de azúcar, extremadamente dinámica e impaciente también; era una sombra inmadura, inmadura e informe, pero brillaba como un pequeño sol negro.
Te has sosegado y exhausta y fina como el hilo, te desparramas. Yo también estoy cansada, el forcejeo me ha estirado las rígidas articulaciones.
Me siento en el resquicio de mi cama y trato de asentarte en mis rodillas para charlar. Pero un no sé qué , un estrtor convulso producto del miedo, una tos de gallina minucisamente exagerada o un canto de grillo te disparan en rigorosa huida.
Y heme aquí, ahora corriendo y dando saltos esperando cazarte. Huyes sin sentido, sin atinar a nada más que chocar contra todo, y un último y disparatado impulso te catapulta hacia mi pecho. Ouch! El golpe me ha dolido, sin embargo no olvido cerrar mis brazos y te cautivo histérica, con risa de grillo nervioso.
Tu respiración agitada se pega a mis entrañas y siento el peso de un cráneo redondo y bien formado contra mi pecho, también el pelo sudoroso que me humedece la chaqueta, y un líquido, que no preciso qué es, me empapa los pantalones. Un alarido tan de adentro, que tanto me estremece, emerge de tu pecho umbrío y doy declaración de tus lágrimas de sombra. Miles de gemidos desgarrados brotan de tu garganta y te siento temblar ligeramente. También tiemblo, son escalofríos de estupor.
Presiento que te vas calmando, y tus pequeñas convulsiones se acrecentan. Ahogadamente siento el calor de tu frente febril y tu cuerpo cansado me transmite un efecto soporífero. Duermes largos instantes infinitos mientras te acuno y consuelo como haría cualquiera con un niño pequeño y, cuando el sol está a punto de estar demasiado alto y comienza a expirar la hora de las sombras, te hago espabilar afelpadamente. Te acurrucas en mi regazo ignorándome, qué placer aquello...
Vuelvo a intentarlo repetidamente, hasta que te levantas, me das un nuevo abrazo de agradecimiento, un solemne apretón de manos, y te vas.
Etiquetas: Cuentos
escritos sobre "pele sobre pele", respiração contra respiração e mãos que se encontram na noite.
adoro!
um pouco de dor, sempre, para dar aquele gostinho.
somos nostálgicas, minha cara...
um abraço.
pero siempre cuando leo lo ke escribres
siento cosita en mi pecho aja
no se ke es
iap amigi ajaja te kiero un monton xau
cuidese arto
__*cosmiko*__
paso dejando saluditosss pk toy muertosa de sueño como pa pensar algo inteligente!
besitos mi niña!
cuidece hartooooooooooooooooo!