Una tarde cualquiera, con las calles inmutables, con los patrones recortados y oscuros. Mientras espera ud mirándose los zapatos, intentando imaginar como se posiciona la aguja del reloj, sin punto de referencia. Es preferible sin esos puntos, piensa,sin indicadores, sin el molde de la vida diaria, sin comidas estipuladas, observando la luna y su halo neblinoso, en mitad de la avenida.
Observa impávido con las manos en los bolsillos, y cuando ese alguien que espera llega, no se inmuta. Absorto en aquella luna , prefiere sentir el calor de ese cuerpo y su respiración agitada antes que voltear y aniquilar esa fantasía.
Comparten una mano, hasta que se calma y miran los dos como se deforma ese pétalo frágil, cómo es estragado por la neblina y lentamente devorado por la noche. Oscuridad. Frío. El calor se disuelve en el momento en que la luna se aparta de su acecho. Ella lo soslaya porque también prefiere estar sola.
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Hace algun tiempo los pasos caminan solos. Transitan por la vida en apariencia vacuos, arrastrados por el invierno, por el viento las calles, indiferentes entre tanto mar de gente,tan vitalidad, tanto humo de chimenea,caminan como si no existieran ni ellos ni el resto, con agilidad y premura.Son un esquema, por lo menos es lo que piensan los demás pasos al encontrarse con ellos y saludarlos.
Cuando esto ocurre los pasos no les hablan, solo dibujan una expresión calmada, parecen cansados, es posible que esa aseveración sea cierta. Los otros pasos no comprenden la transformación, no entienden el cómo, el porqué, la médula del cambio; no se explican cómo el paso cesó de socializar y puso piloto automático a su rumbo. Ya no se detiene y apenas saluda, parece desinteresado y aunque le han llegado murmuraciones, dan la impresión de no importarle.
Pero lo cierto es que los pasos observan cada ínfimo detalle, se arrastran en lo más recóndito de las calles, encaran los semáforos y evitan otros pies.
Es extraña la sensación de aqueja a esos pasos.
Se sienten transportados a una realidad paralela, admiten que nada es lo mismo. Que probablemente no pisen las mismas huellas y de vez en cuando olfatean el futuro, arrugando la nariz y el entrecejo, para no admitir que tienen miedo.
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