Y el alba despuntó en tu cabello
de rocío fragmentado de risas.
El viento te tumbó en la arena del solar
mientras el agua te quemaba las espaldas
y tan pronto los cascabeles bordearon tus
costillas
la tierra aguijarró tus plantas
y las playas y las brisas y yo te tocamos la frente,
la febril ilusión de cascabeles,
el paseo mal hilvanado del vestido roto
y la mirada indiferente.
CÓMPLICE
tus dedos curvan mi espalda,
las caricias llanas queman mi espina,
y es tu soplo quien calma a la noche.
Fuera cervezas, gente, derroche
quédate aquí, tan cómplice, tan mío.
Deja estas galimatías y lágrimas de barro,
que este espacio sea sólo mío y tuyo,
un espejo efervescente,
el entreparéntesis del destino.
Fuera se quiebran las botellas,
y los borrachos se caen,
y el cielo se cae,
y las tarántulas bailan,
y tu pecho vibra como átomos verdes,
es esta nostalgia tan patente,
la que te desintegra en el vacío.
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Déjame susurrarte al oído las torres de cartas que nunca deshice,
déjame hacerte creer que la melancolía es un espejismo
destacado en la verja de los pendientes
ordenado telefónicamente a domicilio ( y en versión comprimida)
Deja que la pluma baile y te bese las piernas
e inventa unos reflejos en tu ventana
verás que el agua se cristalizó en tus pestañas
y que el rocío cabalgó puertas adentro en tu lecho.
CAMINATA
Tomémonos por las manos ocultas en los bolsillos
y caminemos las angustiosas calles pavimentadas
de troncos insensatos.
Veamos un ocaso gris y a los dos huyendo
del corredor de la propiedad inusitada,
del afán carente de sustancia, de la vida inventada.
Sólos tú y yo, sólos tú y yo, cariño de morcilla,
de infamia dilatada.
Corriendo tras las espigas que brotan en alabanzas ,
corriendo la soberbia frágil de la conveniencia extirpada,
perdiéndonos río abajo en las alcantarillas limitadas,
navegando erráticamente en sus aguas y algarazas
retozando en los huertos frágiles de hierba innata.
Perennes en el deliquio masivo de las estrellas...
Sentémonos un ratito tranquilo en este terreno baldío de conciencias
desperdigadas,
codo a codo, palmo a palmo, y engañemos un ratito a la luna.
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Camino por las calles y los coches te abren paso,
y se ensancha en medio de tu pecho vacío
el orgullo que dormita.
Frente altiva, paso seguro y traqueteo de bastón,
Los papeles ruedan sin interrumpir tu camino,
soberbia proeza de anciana.
Y las calles te abren paso y yo voy atrás,
y ya no espero que me hable tu orgullo,
sé que no lo hará.
IDEA
Hubo nacido una idea,
nació de la muerte de la vegetativa muerte,
de la represión, de la idiosincrasia de unos versos,
del oligarca arrepentido de tantas divagaciones,
de tanto tú.
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Bajó de la micro y apresuró el tranco a través de las calles infestadas de gente. Regaló codazos y empujones, se ganó unos cuantos insultos y bastantes pisotones, enfrentándose a la perpetua cellisca.
Bolsas por aquí, bolsas por acá, un puñado de impermeables, botas de goma, paraguas, diarios sobre las cabezas calvas, más botas de goma; interrumpiendo su camino.
Se ajustó el impermeable bruscamente, manifestando su impaciencia, su rabia contra la marea de gente; cosa ineluctable por aquellas horas, y por aquel día, y siguió recorriendo, manteniendo un ritmo vertiginoso, la vereda. Paso adelante, paso atrás, derecha, izquierda, traspiés, y no podía sino ceñirse al itinerario de aquella gente; no progresaba nada y la frustración provocaba que sus facciones enjutas se tiñeran de los más inefables colores.
Se zafó propinando nuevos empujones y cruzó la calle diagonalmente, pensando en la mejor manera de acortar camino por el interior de la borrasca de personas. Su respiración tronaba, pero al fin lo había conseguido, el callejón estaba casi vacío. Con una lentitud expectante su mirada se deslizaba por los letreros, identificando los nombres de los negocios.
Había llegado.
Al trote se aproximó a la especie de mostrador que se presentaba bajo el techo del local. Sus ávidos ojos redondos devoraron los títulos. Sin saber cómo el dinero saltó de su bolsillo y efectuó una transacción, ahora reposaba las rodillas en un banco de la estación; leyó, leyó y leyó.
Y que diantre! Era algo adictivo: toques por aquí , toques por allá y por acullá, caricias, libido al extremo , mujeres, hombres, todos hermosos, lencería negra y roja, comida afrodisíaca, sexo, deseo, islas...
Cerró la novela y se dirigió a su hogar, durante el trayecto de la micro siguió abismado con las novelas.
En silencio giró la llave de la puerta, entró y guardó en su pequeño estante el paraguas húmedo y colgó su impermeable.
Reptó a la habitación. Las cortinas estaban cerradas, dejó las novelas en el cajón del velador, se quitó los zapatos, abrió la ropa de la cama y susurró las historias al oído de su mujer.
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Y ya estaba harta de pisotear los papeles de prófugo y de caminar por las calles de una China postal, así como el tango mórbido de dos moscas en el aire y de los tapizadores de vidas. Harta de la flagrancia incomprendida de su delito, de las terapias, las charlas confabuladoras y de los psiquiatras; ellos no notaban que su crimen había sido cometido bajo la más absoluta perfidez mental, y ya era imposible que aquellos estúpidos escarabajos comprendieran que por fas o por nefas la loca debía ser enjaulada, que con o sin hachazo a mitad de cráneo aquel era su lugar, y que el hecho que había cometido no era sino una argucia para llegar tras los barrotes. Y qué poco importaba la vileza de aquel hombre, de cualquier manera el lugar que ocupaba era el de un occiso, y los dioses lo habían destinado a ello, sólo un vehículo más del azar; y el lugar de ella siempre sería el de una criminal, no la pobre golpeada y vejada injustamente, sino la criminal que había salido de la cocina con el cuchillo en la pretina de la falda, había recorrido como loca los tugurios en busca de su occiso, se había emborrachado adrede y regresado a su hogar. Ebria no sólo del pipeño más barato, sino de la certeza irreconciliable de que llegaría a ser lo que tenía que ser.
Había hablado con la esquizofrénica de al lado acerca de las intenciones y la premeditación, había afilado todos los cuchillos y había podado las hortensias. Luego de despachar a la vecina se había sentado apaciblemente a la mesa , con un cigarrillo y una taza de café, esperando con paciencia cesaran los efectos del alcohol; debía estar completamente lúcida en el crucial momento.
Cuando hubo llegado el occiso investido de alcohol y violencia había esbozado una sonrisa complaciente. Y, mientras este descargaba su ira contra lo que se encontraba a su paso, se levantó y observó sus cuchillos recién afilados, mas sabía que su crimen sería cometido con algo más contundente; algo tan contundente que les haría entender a todos la magnitud de su mente criminal. El hacha que reposaba en un rincón le dirigía un brillo travieso a través de su filo vertiginoso.
Al tomarla sintió una extraña opresión de felicidad, y sus débiles extremidades parecieron cobrar una fuerza anormal. Él estaba de espaldas , sólo un golpe limpio rasguñó el aire y su trabajo estuvo finiquitado. Con el paño de cocina se limpió las gotitas de rubí que habían salpicado su rostro, y devolvió con gesto cariñoso el hacha a su rincón. Mientras subía las escaleras contempló el producto de su trabajo, el cual reposaría ahí, en ese preciso y reciproco instante de incomprensión mutua, entre el mantel tejido a crochet y la pata coja de una silla , pues era poco criminal para ella dar sepultura al cadáver. Se quedaría ahí, hasta que lo fueran a buscar.
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las polillas sabrán de mí
una vez más.
Hoy la noche me sacará de mi ventana,
a la risa eterna que ignora amarguras
al café turbio de la soledad.
Hoy saldré,
a conocer luciérnagas
y desentrañar enigmas.
no miraré al cielo,
no quiero ver más estrellas,
ya no existen las estrellas,
el extremo cometa errante se,
se fue, se fue, se fue...
Hoy la noche me tironeará en el frío,
hajará mi pijama y me arrastrará por las plazas,
hoy seré un estropajo,
mutilado calles adentro,
caminando vista al suelo
y tranco presuroso.
Hoy seré prisionera,
seré cautiva de la noche,
cautiva de la obsesión,
la desgracia de la nocturnidad.
Hoy sólo somos la noche y yo,
la noche,las polillas y yo,
la noche, las polillas , el café y yo,
la noche y sus estrellas
y vaguedades y vagabundos,
pero sin mí.
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