Por los surcos de la plaza caminaba con expresión distante, moviéndole cuerpo como un autómata, con surcos en las comisuras ambiguas. Caminaba sin fuerzas, arrastrando los pies, las hojas, arrastrando la mirada, sólo por caminar.

Llegado a su trabajo , ubicada tras el mostrador, comenzó a sacar cuentas; algo normalmente aparatoso, que aquel día en particular lo era más, los números saltaban unos sobre otros, se atropellaban, se gritaban, se tiraban al piso berreando y cortaban relaciones con ella. Algo de hacía poco le ceñía el cuello , un nudo amargo que no se deshacía, un desgano poco habitual que no podía demostrar en aquel lugar.

A la hora de almuerzo no comió, el nudo le impedía tragar, y su mente estaba desligada de su cuerpo, el estómago urgía por alimento, pero nada sentía, le dolía todo y en todas partes, deseaba llegar a dormir las horas que el insomnio le había arrebatado la noche anterior, y eran casi un consuelo las pocas horas que restaban para escapar de ese triste espectáculo.

Su mente divagó en todos los aspectos posibles aquella tarde, impidiéndole concentrarse en algo preciso, la garganta le ardía, le dolían los ojos y extraños escalofríos recorrían su cuerpo y finalmente llegada la hora exacta, desplegadas las alas, creciente el anhelo, su jefe se acercó y le preguntó si podía quedarse un tiempo extra.

En silencio devolvió la chaqueta al perchero, y esbozó una triste sonrisa, siempre sería posible llorar mañana.


Los labios esperaban expectantes a la boca que se aproximaba, cercándolos con la respiración; mas la boca profirió una frase de culpa y se alejó , y los labios se quedaron esperando, decepcionados.



ReToRnO

Han vuelto los ocasos grises del otoño,
el té helado de la tarde,
las reposadas siestas en el sillón,
los diálogos encubiertos de paradojas,
la gente en sus nichos a pulular,
ha vuelto el invierno con su frío,
con sus idas destempladas y su tos,
ha vuelto una bandada de pájaros,
el insomnio,
la musica antes de dormir,
los graznidos de los cuervos,
las mentiras al espejo,
haz vuelto a ser mi mayor inconsecuencia.

La gravilla lanzaba alaridos funestos bajo las suelas de sus zapatos, el tiempo estaba gris, hacía frío y el viento llenaba de suciedades los ojos; caminamos en silencio, abrazados por un silencio incómodo.

XXIII


Asumo que siempre será así,

Que le dará 3 torcidas al revés,

Le hará dar 2 vueltas en febrero , se cansará de él y lo dejará libre.

Entonces lo verá alejarse ininmutable,

De esa manera tan curiosa que provoca parpadeos varios,

Y no se despedirá.




Lo observará instantes eternos,

Viendo como llega a la luna,

Perdiendo la virginidad en el cielo,

Torciéndose 7 veces en los enebros,

Apremiando a las sombras que besan párpados,

Y conjugando malamente los verbos.

Ineluctablemente suyo,

Indescifrablemente parte del vulgo ,

De las calles oscuras que los cobijaron por un tiempo,

De los cielos nublados que cubrieron las tardes desde junio,

De su nuca, del romerío que impregnaba su piel

(mera fanfarria)

y lo verá mientras vuela y voltea a mirar tras cada esquina,

inseguro de su libertad.

...hasta que desaparezca,

la oscuridad se lo trague como el mar a la luna,

y corra, corra hasta el marco de su ventana,

vicio entre los dedos,

para ver si regresó.

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