Hay que callarselo lo todo, callar ante todo y observar desde fuera del encuadre. Hay que servir los ojos a una buena causa, ellos deben atrapar , aprehender entre sus pestañas alicaídas las formas y los tintes magistrales. Hay que escuchar los coros, los gritos, los corazones cuando galopan o cuando ante un estornudo se detienen un milisegundo atontandos, aprender que los milisegundos albergan las mayores extravagancias. Hay que ser el propio contenedor, acaparar recuerdos, memorizar circunstancias, minucias,lo macro, lo micro; anotar minutas, seguirlas en memorandums plausibles; sentir entre las costillas,en los dedos que hormiguean, sentir cada paso, cada fibra, cada músculo que se activa. Oír las multitudes animales, oírse en medio, oírse apartado y hacer notar la diferencia. Hay que esperar con paciencia y sin ella. Esperar que el saco se llene de ideas,morfemas que revoloteen como mariposas y abriéndose paso por cada poro la poesía eclosione.
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