El caso es que las gotas de lluvia se parecen a esa mueca que te hace diferente, y podría afirmar que sin lugar a dudas en el interior te cobijan los fantasmas que crea el fuego. Te veo cavilando sentada, con las rodillas presas por tu barbilla, con la taza de té que se enfría sin que te des cuenta, analizando la simbiosis que extrañamente tienen las paredes y el mobiliario por estos días.
Tu ventana sigue cerrada, pero yo sigo esperando paciente. En mi memoria han quedado esos extractos de la fragancia de la madera, y los jirones de pintura descascarada que penden de los extremos. Te imagino alzada como golondrina frente ella, mirando como los aires calmados se esparcen por la ciudad, como esta despierta quejumbrosa, pegando su modorra a los ciudadanos cada día. O quizás sentada con las manos en las mejillas, amasando el frío de tus dedos partidos por la pena, tu nariz enrojecida, las pestañas húmedas y la mueca de esa boca que solicita compañía. Y es que eres una reclusa sumisa de ese ventanal.No has asomado el cuerpo en meses, pero no te incomoda; mantienes el cristal limpio para poder observar el preludio y el cierre del día, te basta con poder oír el trino amortiguado de unos gorriones y ver como se balancean en sus patitas , es suficiente para ti poder contemplar la realidad tras el cristal, pegando la nariz al vidrio, empañando las emociones florescientes con tu respiración acompasada, a salvo, jugando a enviarme mensajes codificados mientras llueve y espero que asome tu frente emancipada a través de las cortinas de tu portillo.
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